miércoles, 19 de agosto de 2009

Los escenarios posibles de la situación de Israel y sus vecinos y su impacto en nuestra región

Por José Luis Martínez

Seguramente muchos creían que América Latina, alejada por miles de kilómetros y decenas de horas de vuelo de la situación conflictiva de Medio Oriente, era inmune a las repercusiones de las diferentes disputas políticas y militares que allí convergen.

Pero sin duda, los atentados antiisraelíes que sacudieron a la vecina Buenos Aires, hicieron reflexionar a los más optimistas. Ese fue un terrible punto de inflexión que nos acercó a todos, mucho más, al conflicto en Medio Oriente. Fue un macabro llamado de atención para la idiosincrasia rioplatense, ajena mayoritariamente a los lejanos conflictos internacionales.

La vecina Argentina, cruzando el Río de la Plata, fue objeto de atentados terroristas atiisraelíes reivindicados por grupos fundamentalistas islámicos, con la complicidad del régimen de Irán, según las denuncias. Todas las investigaciones apuntan en esa línea.

Una especial relevancia adquirió el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en marzo de 1992, que dejó decenas de muertos y heridos, precedida por una acción similar contra la Embajada israelí en Turquía.
La masacre, aún impune tras 15 años, realizada en julio de 1994 contra la Asociación de Mutual Israelita Argentina (AMIA), con características similares al anterior ataque terrorista, se daba en un contexto muy particular caracterizado por el desarrollo del proceso de paz del Medio Oriente.

El terrorismo tiene lógica y sus acciones no se llevan adelante por azar o casualidad. Los terroristas no son solamente mesiánicos y la vanguardia de su supuestas iluminadas ideologías. Son grupos bien preparados, intelectualmente y materialmente, para crear terror y paralizar a las sociedades.

Cuando se intenta avanzar en el camino hacia la paz, el terrorismo mueve sus fichas en el tablero local, regional o global, como forma de frenarlo.
¿Qué busca? Con los ataques se espera la reacción de la otra parte, algo que por cierto, algunas veces sucede como acto reflejo y de defensa. Las consecuencias son claras. El proceso de negociación se estanca y sale del foco de atención la paz, obstaculizando y retrasando la búsqueda de los acuerdos.
La moderación pierde y la intransigencia gana. El diálogo y la paz quedan en entredicho.

Ambos atentados perpetrados en Buenos Aires fueron reivindicados por movimientos islámicos pro iraníes pertenecientes a Hezbolá. Las investigaciones han revelado que terroristas chiítas, probablemente asistidos por la Embajada de Irán en Buenos Aires y con la ayuda de mercenarios locales, fueron responsables de los atentados contra los objetivos israelíes y judíos.

Si bien los hechos conmocionaron a todos, desde hacía tiempo se venía denunciando que en las fronteras de Brasil, Paraguay y Argentina, estaban dadas las condiciones para que operaran desde allí células de grupos terroristas, especialmente como soporte financiera para sus acciones en Medio Oriente. Para nadie es ajeno que la llamada Triple Frontera es un centro de gran envergadura en el tráfico de armas, lavado de dinero, contrabando, narcotráfico, entre otros hechos delictivos.

La organización terrorista libanesa Hezbolá es el grupo más prominente en América Latina, según informes de varios países. La mayor parte de sus actividades parecen ser la recolección de fondos, pero hay indicios de una presencia operacional y de potencial real para ataques. Los grupos extremistas y fanáticos no escatiman recursos materiales, alianzas y formas de operar al momento de avanzar en sus violentos planes.

El terrorismo no es un tema del Medio Oriente. El terrorismo es un flagelo global mucho más cercano de lo que todos quieren creer, o de lo que necesitamos creer para sentirnos seguros y sin demasiados compromisos, con los que lo padecen todos los días.

Hoy no hay países inmunes al terrorismo. Se ha instalado en todos los continentes y es necesario prevenirlo y combatirlo de diversas formas.
En la región había una escasa comprensión sobre el fenómeno. Los gobiernos sudamericanos no estaban preparados para abordar el problema del terrorismo fundamentalista, en gran medida por el desconocimiento del problema. Pero también porque pensaban que estaban a salvo por su supuesta lejanía del conflicto del Medio Oriente.

La globalización nos ha acercado, nos ha hecho avanza y progresar, pero también ha sido utilizada por los terroristas. Los enemigos de la democracia y la paz, lo tienen muy claro, y también saben usar esa globalización.
Esta confrontación es una guerra que va a durar décadas. Y no hablo sólo del aspecto militar, habló también de la información y la educación, entre otras herramientas fundamentales para frenar esa verdadera cultura de la muerte que intentan instalar.

Pero si todos coincidimos en que la consumación de los atentados terroristas es un flagelo, mucho más lo es la sustentación ideológica y cobertura que algunos líderes políticos de la región le dan a estos grupos fundamentalistas islámicos.

El presidente venezolano Hugo Chávez no ha ocultado en ningún momento su simpatía y apoyo a grupos terroristas de Medio Oriente, profundizado su alianza con el gobierno antisemita de Irán que ha desembarcado, y para quedarse, en América Latina.
El mediático mandatario izquierdista le ha abierto la puerta de América Latina al régimen teocrático, alimentando paralelamente con sus estridentes discursos la propaganda racista a través de medios de comunicación con patrocinio estatal.

La increíble alianza estratégica entre la izquierda radical latinoamericana y el fundamentalismo islámico del gran Medio Oriente, se ha consumado con la bendición de los gobiernos de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.
En la década del 60 La Habana fue la puerta de entrada de la revolución soviética, hoy Caracas es la puerta de entrada del fundamentalismo islamista. La inusual alianza entre Marx y Alá se ha consolidado y su intención es avanzar al ritmo del precio del petróleo.

No es casual entonces el aumento de los ataques contra la comunidad judía en medios de comunicación que responden a estos gobiernos. Los histéricos discursos en actos públicos, e incluso las agresiones físicas o a atentados contra instituciones, vienen de la mano de la cobertura que algunos de estos regímenes le dan a organizaciones terroristas o a países que fomentan el terrorismo como vía para imponer su política.
Basta con recordar algunos incidentes graves y vandálicos que sucedieron en los últimos meses en Caracas y Buenos Aires.

Los incidentes que se registraron frente a la Legislatura de Buenos Aires en mayo, en el acto de festejo del aniversario de la independencia del Estado de Israel, son un ejemplo.

El antisemitismo no es nuevo, pero su rebrote en América Latina tras el último enfrentamiento entre Hamas e Israel se disparó en forma alarmante. No discuto el derecho de nadie a criticar a Israel, pero no estoy dispuesto a sumarme a campañas en donde la judeofobia y ser antiisraelí son las consignas. La histeria antiisraelí no la comparto. Si comparto, el derecho de los israelíes y palestinos a tener sus Estados, con seguridad y paz. Creo en el diálogo y en la negociación para llegar a la paz.

La explicación del rebrote de estos ataques antiisraelíes es obvia. La importación del conflicto del Medio Oriente a la región (que no la hizo Israel), apañada por la cobertura de gobiernos y organizaciones que funcionan bajo la égida del gobierno de Caracas, dan rienda suelta a estas peligrosas campañas antijudías.

En un artículo publicado en una popular página de izquierda en la Web, se exigía “denunciar públicamente con nombre y apellido a los integrantes de grupos judíos de poder con presencia en Venezuela”', así como también a “emplazar públicamente a todo judío que se encuentre en cualquier calle, centro comercial, plaza, etc., a que tome posición vociferándole consignas a favor de Palestina y en contra del estado-aborto de Israel''.

Las afirmaciones del líder piquetero oficialista argentino, Luis D' Elia, también son otro claro ejemplo. D´ Elia encabezó marchas por las calles de Buenos Aires en donde sus participantes enarbolaban signos en los que se igualaban las esvásticas nazis con estrellas de David.

En 2006 se llevó a cabo en la provincia de Córdoba una reunión cumbre del Mercosur, y paralelamente se desarrolló, como contrapartida, la denominada Cumbre de los Pueblos, organizada como es habitual por varios personajes y organizaciones de izquierda. Durante el desarrollo de esa reunión se realizaron varias marchas por el centro de la capital provincial en las cuales –en medio de un conglomerado de grupos izquierdistas y con la obvia presencia de Luis D’ Elía- se vieron banderas iraníes y palestinas, pancartas con la figura del ayatolá Jomeini y banderas con el logo del grupo terrorista Hezbolá.

El piquetero y ex funcionario del gobierno kirchnerista que se define como progresista, y que no pierde ocasión para atacar a Estados Unidos e Israel, realizó un viaje a Irán a mediados de 2007, en donde se comprometió con la defensa de esa nación. Por cierto que esa nación es la que niega el Holocausto, la que pide la aniquilación del Estado de Israel, la que sigue adelante con sus cuestionados planes nucleares, y que hoy no duda en matar y encarcelar a sus propios compatriotas que denunciaron el fraude electoral tras los últimos comicios.

Buena parte de los admiradores de Hamas, Hezbolá e Irán en Argentina se los ubica fácilmente en sectores de la izquierda, como la Corriente Patria Libre, la Agrupación Quebracho, Convergencia Socialista, el Partido Obrero, entre otras organizaciones. La titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, caracterizada también por su simpatía hacia otros grupos terroristas, entre ellos la organización armada vasca ETA, que tiene en su habar más de 800 muertos en la democracia española, también hace causa común con estas organizaciones.

Hace pocas horas dieron una nueva muestra de su intolerancia durante la visita del canciller israelí a Argentina. Reclamaron la ruptura de las relaciones de Argentina con el Estado de Israel, se manifestaron en contra del tratado Mercosur-Israel, y enarbolaron banderas palestinas y del grupo terrorista Hezbolá.

Y por cierto, muchos de estos grupos radicales de izquierda tienen aliados en nuestro país y en otras naciones de la región. El grupo Fogoneros comulga públicamente con ellos, como lo ha expresado en manifestaciones públicas. Pero también hay otros dirigentes de izquierda que piensan lo mismo pero lo dicen en voz baja, “off de record”.
Sólo hace falta dar una mirada a la Web o seguir con atención sus materiales propagandísticos y declaraciones.

Si me permiten una reflexión, no entiendo dónde estaban estos grupos de izquierda, sus dirigentes, y muchos de los presidentes de la región que hoy alzan su voz por los palestinos y contra los israelíes, cuando los propios palestinos de Fatah y Hamas se mataban entre ellos en una sórdida guerra civil por el poder y el dinero.
No entiendo, dónde se encontraban cuando en el mundo musulmán condenan al ostracismo a las mujeres, cuando condenan a muerte a los homosexuales, cuando la democracia y la libertad son temas pendientes, o cuando reprimen, torturan y encarcelan a su propia gente. No veo manifestaciones ni discursos contra las leyes islámicas que permiten que mujeres y hombres sean amputados en nombre del Islam.
La doble moral de estos presidentes y grupos políticos y sociales, es alarmante.

Pero, lo que más me preocupa es que con sus acciones y afirmaciones van creando, poco a poco, una corriente de opinión que se va instalando peligrosamente en las sociedades de la región. Abonan un peligroso campo fértil para nuevas generaciones con sus opiniones. Y al final, ser antiisraelí o ser antijudío no está mal. No hace falta recordar lo que viene después, la historia está presente.

Hoy, la prevención de cualquier atentado terrorista debe ser la primera prioridad en la región, pero también lo deben ser estas nefastas alianzas estratégicas basadas en que el enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Para vastos sectores de la sociedad, que en forma incondicional siguen a líderes populistas, cualquier alianza tiene sentido si se hace contra Estados Unidos e Israel. Necesitan un enemigo externo, para justificar todas sus deficiencias y problemas que no pueden resolver en sus respectivos países. Construyen un proyecto en función de sus enemigos.

La importación del conflicto del Medio Orienta a territorio latinoamericano claramente beneficia a Irán, pero es un juego peligroso para los países y las sociedades latinoamericanas que se sumen a ella.

El presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad debe amar el trópico, comentaba irónicamente The Miami Herald. “Ha pasado, en América Latina, más tiempo que el presidente Bush.” ¿Y por qué sucedió?

En la primera década del nuevo milenio, el desplazamiento hacia la izquierda de muchos e importantes países latinoamericanos permitió a Irán tener más éxito en su intento de mejorar sus relaciones y de afincarse en el llamado “patio trasero de Estados Unidos”.

Desde el punto de vista de Ahmadinejad, en lugar de responder pasivamente al intento de Estados Unidos de aislar a Irán y convertirse en un jugador importante en Medio Oriente, el régimen de Teherán debería optar por movilizarse, agresivamente, en la propia zona de influencia de Estados Unidos como medio para, al menos, inquietarlo.

¿Qué busca Ahmadinejad en nuestra región? En primer lugar, busca el apoyo de América latina para contrarrestar las presiones de Estados Unidos y Europa, que intentan evitar que Irán desarrolle capacidades y armas nucleares. Venezuela y Cuba, apoyaron el programa nuclear iraní en la votación de febrero de 2006 en la Agencia Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas.

En segundo lugar, Ahmadinejad quiere contraatacar a Estados Unidos en su propio hemisferio y, tal vez, desestabilizar a los gobiernos amigos de Estados Unidos a fin de negociar, con Washington, desde una posición de mayor fortaleza.
La piedra angular de la política de Ahmadinejad en América Latina es la formación de un eje antiestadounidense con Venezuela y sus aliados izquierdistas latinoamericanos.

Durante una visita a Teherán en julio de 2006, Chávez dijo frente al público de la Universidad de Teherán: “Debemos salvar la especie humana y poner fin al imperio de Estados Unidos”. Cuando, un año después, Chávez llegó otra vez a Teherán, Ahmadinejad y Chávez usaron ese encuentro para declarar un “eje de unidad” contra Estados Unidos.

Ambos líderes aprovechan su abrazo para superar las críticas, el aislamiento y las sanciones internacionales.
Tanto Teherán como Caracas utilizan el beneficio de sus petrodólares para alentar a países de América Latina a emprender políticas de confrontación hacia Estados Unidos.
“Aquí están dos países hermanos, unidos como en un solo puño”, dijo Chávez, en Teherán. “Irán es un ejemplo de lucha, resistencia, dignidad, revolución y fe firme”, dijo Chávez a la cadena de televisión árabe Al Jazeera.

El gobierno iraní organizó la Primera Conferencia Internacional sobre América Latina en el Instituto de Estudios Políticos Internacionales, en el Ministerio de Relaciones Exteriores en febrero de 2007. El título fue “Desarrollo en América Latina: Su rol y estatus en el futuro sistema internacional”. Allí concurrieron numerosos operadores de la vida política y social de la región, para escuchar porque Estados Unidos e Israel son los culpables de todos los males de la humanidad.

Ese mismo gobierno -que desembarcó en Latinoamérica-, es el que afirmaba que cuenta con una partida presupuestaria de nueve dígitos para financiar a las organizaciones terroristas.
Se estima que esa cifra incluye 10 millones de dólares, o más, mensuales para su aliado terrorista principal, Hezbolá; 20 a 30 millones de dólares anuales para el Movimiento Islámico Palestino Hamas; 2 millones de dólares al año para Jihad Islámica Palestina, y –hasta hace poco tiempo– más de 30 millones de dólares anuales para insurrectos iraquíes.

El dinero que reparte el cártel petrolero iraní-venezolano parece ser la carnada para muchos gobiernos latinoamericanos, y viene acompañado por el creciente aumento de diplomáticos persas en sus embajadas en las capitales de la región, dando un claro indicio de sus intenciones de penetración política, económica, cultural y social.

En enero de 2008, los embajadores iraníes en Cuba, Brasil, México, Uruguay, Colombia, Nicaragua, Ecuador y Bolivia fueron convocados, a Teherán, por Ahmadinejad. El presidente les pidió que explicaran, en los respectivos países, qué ventajas podrían tener por mantener vínculos económicos y políticos con Irán.

Un artículo, aparecido en una publicación iraní, titulado: Las razones para expandir los nexos de Irán con Latinoamérica, analizaba la estrategia oficial.
De acuerdo con el informe, esa región aparecía como muy importante en la arena internacional por el tamaño de su población, sus recursos naturales, su enorme potencial para el comercio y la cooperación económica entre Irán y Latinoamérica. Hay además, aspectos políticos e ideológicos que contribuyen a las relaciones cercanas entre Irán y Latinoamérica, como la acentuada oposición cultural a la hegemonía y el control de Estados Unidos y la negativa a la política extranjera norteamericana, en especial en América Latina y Medio Oriente, sostenía la publicación.

La extraña alianza entre la casi fascista “petrocracia” iraní - que financia a grupos terroristas como Hezbolá y Hamas- con gobiernos ultra izquierdistas y populistas de la región, es un cóctel muy peligroso. El trabajo de esclarecimiento de estos temas debe ser constante. Es necesario hablar claro sobre estos hechos. Puede ser que hoy no sea políticamente correcto hablar de estos temas, pero guardar silencio o mirar hacia el costado es ser cómplice de lo que en el futuro pueda suceder.

Aquí no solo está en juego el derecho de Israel, de los israelíes, de los judíos. Está en juego el derecho a la libertad, la democracia y la paz de todos nosotros. El derecho a una cultura de la vida sobre el fundamentalista de la muerte.

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