sábado, 26 de diciembre de 2009

El ayatolá rebelde

Hace pocos días murió en la ciudad de Qom, al sur de Teherán, el ayatolá Hosein Alí Montazeri, uno de los líderes históricos de la Revolución Islámica de 1979. Fue la conciencia crítica del régimen teocrático que integró y pagó un alto precio por su disidencia. Su interpretación más moderna del Islam se convirtió en un atractivo para la sociedad iraní cada vez más secular, y fue un referente espiritual de los sectores que hoy reclaman cambios.



Alí Montazeri (nacido en Najafabad, en 1922), llegó a ser considerado el máximo candidato para reemplazar al ayatolá Ruhollah Jomeini como líder supremo de la República Islámica y se fue una figura clave en la redacción de la Constitución iraní tras el derrocamiento de la monarquía del Sha Pahlavi.

Sin embargo, en la década del 80 comenzaron sus primeras cuestionamientos y desavenencias con el ayatolá Jomeini. Su gran desencuentro con el régimen clerical tuvo lugar en 1988, cuando discutió abiertamente las ejecuciones en masa ordenadas contra innumerables prisioneros políticos opositores en Irán. “El mundo va a pensar que eres una máquina de matar”, le señalaba Montazeri a su mentor. Criticó también la condenatoria fatwa (orden) dictada por Jomeini contra el escritor indio-británico Salman Rushdie por su polémico libro “Los versos satánicos”, convirtiéndose así en el abanderado de una nueva política de aperturismo dentro del régimen.

La respuesta no se hizo espera. Jomeini instó a Montazeri a abandonar su cargo como miembro de la Asamblea de Expertos, el órgano deliberante más importante de Irán. El clérigo llegó incluso a pasar cinco años bajo arresto domiciliario hasta 2002 por sus criticas al régimen. Entonces, los medios de comunicación estatales dejaron de referirse a él por su título religioso, describiéndole como un clérigo común. Las autoridades prohibieron cualquier tipo de debate sobre Montazeri y sus referencias fueron borradas de los libros escolares y de las actividades oficiales, además de ser censurado al igual que sus seguidores.

Montazeri regresó a la luz pública el pasado mes de agosto tras las polémicas elecciones presidenciales. Entonces calificó de “dictadura” al régimen iraní por la represión ejercida contra la oposición por los partidarios del presidente y ganador de la elección, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad.

El ayatolá disidente denunció la forma en que las autoridades manejaron el estado de tensión que se vivió en las calles de Teherán tras los controvertidos comicios y advirtió de que “podría significar el final del régimen”. Montazeri respaldó a Mir Hussein Musavi, reformista, y publicó numerosas “fatwas” a favor de las protestas contra el fraude electoral. También condenó la represión de las milicias del Basij: “Han abandonado a Dios para seguir a Satán”, sentenció.

En vísperas del aniversario iraní del Día de Jerusalén, el pasado 18 de setiembre, el ayatolá disidente Montazeri llamó a todos los clérigos de alto rango en las principales ciudades de Irán (Qom, Mashhad, Teherán, Isfahan, Tabriz, entre otras, y a las ciudades santas iraquíes chiítas de Najaf y Karbala), a expresarse abiertamente contra el régimen y a utilizar su influencia para restablecer el poder al pueblo.

En una carta enviada a todos los ayatolás en Irán, Montazeri subrayó que, para existir, el régimen requiere la legitimidad que le otorgan los clérigos de alto rango del país. Dijo que el silencio de los clérigos a luz de los acontecimientos de los últimos meses estaba siendo interpretado por el pueblo como aprobación a la injusticia del régimen, al que calificó de un “gobierno militar”.

En su mensaje, el ayatolá Montazeri se manifestó en contra del régimen, quien dijo había derramado la sangre de civiles inocentes mientras cometía violaciones a los derechos humanos. A lo largo de la historia, recordó, antiguos clérigos de Irán se habían pronunciado en contra de las injusticias y la opresión de regímenes tiránicos en Irán y se enorgullecían siempre de estar de pie en contra de ellos y defender la ley y los derechos del pueblo.

Montazeri hizo un llamamiento a los clérigos, advirtiéndoles de que tienen una gran responsabilidad como jurisprudentes. Esto, dijo, fue porque además de sus funciones en general, eran responsables de defender la religión y depurarla de los hechos que este régimen ha perpetrado en nombre de esta, actos que son diametralmente opuestos a la “sharia” y a los objetivos de la Revolución Islámica.

Refiriéndose a los acontecimientos de los últimos meses después de las elecciones presidenciales, denunció el asesinato, la represión y violaciones a los derechos humanos en nombre de la religión y con el apoyo por parte de las autoridades religiosas del régimen, Montazeri llamó a los clérigos a declarar en voz alta que se oponen al régimen. Dijo que en lugar de representar la voz del pueblo, el régimen había creado una situación de violencia y opresión mucho más terrible contra hombres y mujeres indefensos, al punto de causar su “shehada” (muertes), en algunos casos en prisión.

Montazeri señaló específicamente la presión del régimen sobre los ex candidatos presidenciales Mehdi Karroubi y Mir Hossein Mousavi, a quien llamó hombres de honor y de nuevo apeló a los clérigos, diciendo que es su papel y su responsabilidad tradicional e histórica actuar contra las acciones del régimen, que son contrarias al Islam.

Concluyó afirmando que el pueblo iraní se pregunta por qué los clérigos no se manifiestan contra la opresión y la injusticia. Reiteró su llamado a los clérigos a utilizar su poder, su capacidad y su influencia en contra del régimen porque, dijo, saben muy bien que el régimen requiere de su legitimación. El régimen –le advirtió Montazeri a los ayatolás- se aprovecha de ustedes y su silencio les hace sus colaboradores.

El ayatolá rebelde, que se pronunció a favor de mantener relaciones con Estados Unidos y resolver el tema nuclear, no estaba solo. Era la cabeza espiritual de un movimiento invisible de disidentes que discuten, incluso, la idoneidad del actual líder supremo para desempeñar el cargo. El clero iraní está dividido en numerosas fracciones y con la desaparición del ayatolá Montazeri la oposición pierde a uno de sus líderes espirituales históricos, que dejó reformadoras interpretaciones para el férreo régimen teocrático.

domingo, 20 de diciembre de 2009

DOS PALESTINAS ENFRENTADAS

LA ORGANIZACION PARA LA LIBERACION DE PALESTINA (OLP) DECIDIO PRORROGAR LOS MANDATOS DEL PRESIDENTE MAHMUD ABAS Y DEL PARLAMENTO PALESTINO HASTA LA CELEBRACION DE NUEVAS ELECCIONES, PARA EVITAR UNA NUEVA CRISIS POLITICA E INSTITUCIONAL. AMBOS MANDATOS EXPIRAN EL 24 DE ENERO. LA COMISION ELECTORAL PALESTINA RECOMENDO LA POSTERGACION DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS Y PRESIDENCIALES DEBIDO A LA IMPOSIBILIDAD DE ORGANIZAR ESOS COMICIOS EN LA FRANJA DE GAZA, CONTROLADA POR EL MOVIMIENTO DE RESISTENCIA ISLAMICA (HAMAS), QUE CUESTIONAN LA LEGITIMIDAD DEL PRESIDENTE ABAS.


Hamas y la Autoridad Palestina se enfrentan en un conflicto de baja intensidad desde que el movimiento islamista tomó el poder en Gaza en junio de 2007, desalojando de allí por la fuerza a Fatah, partido leal a Abas, en un claro golpe contra las fuerzas nacionalistas.



Hamas ha rechazado firmar una proposición de reconciliación nacional interpalestina preparada por Egipto.



¿Que significa esta postergación de las elecciones? Es una nueva constatación de la profunda división de los palestinos, que históricamente llevaron adelante políticas erráticas que auto abortaron la paz con Israel y la concreción de su propio Estado. Una casa dividida contra sí misma no se puede mantener, dijo Abraham Lincoln, y una Palestina dividida contra sí misma nunca conseguirá su independencia, sostiene Mkhaimar Abusada, profesor de Ciencia Política en la Universidad Al Azhar de Gaza.



Se trata de una realidad fratricida, cuyo origen se remonta a las divisiones palestinas en El Cairo, a finales de los años 40 del siglo pasado, entre islamistas ­organizados en torno a los Hermanos Musulmanes­ y los laicos con incontables matices, fundadores de Fatah y la OLP, matriz de la actual Autoridad Nacional Palestina.



Los errores de la política palestina no deberían llamar la atención. A fines de la década del 60, la OLP, liderada por Fatah, incomodó por sus acciones a tal punto sus aliados jordanos de entonces, que la expulsaron por la fuerza. En la década del 70, la OLP participó en la guerra civil del Líbano, con lo que terminó siendo no bien vista en ese país. Incluso lograron que los líderes políticos de Israel, Siria y Líbano en la década del 80 coincidieran en que había que expulsar a la OLP de este último país. A partir de los 90 los palestinos dejaron pasar varias oportunidades para gobernar sus territorios y en 2000, mientras rechazaban un acuerdo con Israel, se embarcaron en sucesivas Intifadas con una errada estrategia política de todo a nada. Arafat utilizó a los islamistas en su política contra Israel y se negó a controlarlos permitiendo las campañas terroristas. Arafat murió, y Hamas ­en medio del caos y la corrupción de Fatah­ se impuso en las elecciones de 2006. Un año después se hizo con el poder, a sangre y fuego, en Gaza.



Entre la Gaza de Hamas y la Cisjordania de Fatah hay más diferencias que similitudes. Los habitantes de Cisjordania se ven a sí mismos como la clase alta de la sociedad palestina pues han recibido educación y provienen de entornos de dinero. Hay diferencias profundas que hacen que Gaza y Cisjordania sigan divididas por desigualdades económicas, por dialectos distintos y por recelos culturales forjados por sus experiencias previas a 1967 cuando pertenecían a regímenes distintos: el Egipto de Nasser y el reino Jordano de Hussein.



Todo ello conlleva a que los habitantes de Cisjordania "no confíen en sus hermanos palestinos de Gaza, sino en sus familias y amigos de Jordania. Y a los habitantes de Gaza les ocurre lo mismo con Egipto", según sostiene Asaf Romirowsky, investigador del Middle East Forum.



En el mejor de los casos hay que hablar de dos mundos palestinos bien diferenciados y de dos proyectos. Hoy hay dos regiones, Gaza y Cisjordania, claramente divididas geográficamente e ideológicamente. Fatah y Hamas no coinciden en la táctica, aunque compartan aliados y objetivos. Tienen concepciones enfrentadas religiosa, cultural, política y militarmente sobre sus relaciones con Israel y la fundación de un eventual Estado palestino.



Hamas no tiene las mismas aspiraciones que Fatah. No quiere un acuerdo con Israel para poner en práctica la solución de los dos Estados, Israel y Palestina conviviendo en paz el uno junto al otro. Hamas considera que el nacionalismo es algo que va en contra de la ley coránica y sólo reconoce legitimidad de la Umma, la comunidad de los creyentes, esa suerte de califato. Hamas no quiere negociar con Israel. La quiere es destruir y eliminar, algo que Irán promueve con su ayuda a los islamistas de la franja. Anhela que en la zona haya un solo Estado, palestino, islamizado e islamista. Una Palestina, habitada por palestinos y sin judíos, que incluye Gaza, Cisjordania más lo que hoy es Israel.



La guerra civil de baja intensidad conspira contra las aspiraciones palestinas, pero también contra la resolución del conflicto palestino-israelí. De hecho, en esa región hay tres Estados. Israel, que también depende los vaivenes políticos de los palestinos, y Cisjordania y Gaza, que seguirán defendiendo hasta la muerte dos modelos contrapuestos de organización política y religiosa del pueblo palestino. Abas perdió un tiempo precioso y el conflicto sigue su curso.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Una guerra en el Triángulo Norte

El presidente salvadoreño, el izquierdista Mauricio Funes, enfrenta –al igual que sus antecesores- un gran desafío: violencia e inseguridad. Desde el pasado 6 de noviembre, el integrante de la antigua guerrilla del FMLN, sacó a las calles a un nuevo contingente de 2.500 soldados que fueron desplegados en los 19 municipios más afectados por la delincuencia. El Salvador, de poco más de 21.000 kilómetros cuadrados, vive una guerra difusa contra mafias y pandillas.


Este nuevo dispositivo, que se extenderá inicialmente por seis meses, reforzó a 1.600 militares que venían apoyando a la Policía Nacional Civil en las labores de vigilancia desde tiempo atrás. El despliegue del Ejército en las calles de algunas ciudades ya ha dado resultado y ha reducido la criminalidad de una media de 14 a 10 asesinatos diarios, según los informes.

En un mes los soldados que patrullan las calles armados con sus fusiles de asalto M-16 han arrestado a unas 100 personas cuando perpetraban algún delito, tras lo cual fueron entregados inmediatamente a la policía para que fueran presentados ante tribunales de justicia. Paradójicamente, el FMLN que en la década del ochenta enfrentó al Ejército salvadoreño en una cruenta guerra, había prometido desmilitarizar a la sociedad.

El trabajo conjunto entre Policías y Fuerzas Armadas no es novedad en la región. Ya se aplica en Colombia, México, Guatemala, Honduras y Nicaragua, entre otros países para complementar el combate al crimen organizado y asumir tareas de seguridad pública.

Entre enero y octubre, las autoridades salvadoreñas contabilizaron 3.598 asesinatos en todo el país y en noviembre registraron 421 homicidios. En 2008 el total de asesinatos registrados en el país fue de 3.179.

Números oficiales, difundidos, demostraron la imparable ola de violencia con un promedio de 10 muertes diarios, más de los que mueren en el conflicto en el Medio Oriente entre israelíes y palestinos.

El Salvador vive una ola de violencia sin precedentes generada por las extendidas pandillas, delincuentes comunes y crimen organizado, que lo han convertido, junto con Honduras y Guatemala -que conforman el llamado Triángulo Norte- en una de las regiones más violentas del planeta.

Las drásticas medidas que tomó Funes para frenar la violencia no son nuevas. En 2003, el entonces presidente Francisco Flores lanzó el plan Manodura y logró la aprobación de la Ley Antimaras, que estuvo vigente por un año. Cuando su sucesor, Antonio Saca, asumió la presidencia, dijo: “A delincuentes se les acabó la fiesta”. Meses después implementó el plan Súper Manodura, que sin embargo perdió dureza a fines de 2007.

Saca reconoció que el combate de las pandillas insumirá unos 25 años.

Las violentas pandillas o “maras”, cuyos miembros se cuentan por miles en El Salvador, son responsables de 60% de los homicidios cometidos en el país, además de extorsionar a comerciantes y traficar con armas y drogas.

Las pandillas con mayor número de miembros son la Mara Salvatrucha o MS-13 y su acérrima rival la Mara 18 o M-18, que juntas reúnen a unos 11.000 miembros, aunque la policía cree que la cifra podría llegar a los 18.000.

Las pandillas, llamadas maras por el diminutivo de “marabunta”, nombre de unas hormigas selváticas letales, surgieron en El Salvador durante la guerra civil como grupos de jóvenes a que se disputaban “territorios” en barrios y aldeas del país.

En ese entonces existían maras como la “Mara Máquina”, la “Mara Gallo” y “La Fosa”, que además se dedicaban a cometer asaltos para obtener dinero para su subsistencia.

Sin embargo, la guerra civil hizo que miles de salvadoreños emigraran a Estados Unidos, donde algunos comenzaron a aprender el funcionamiento de pandillas que operaban, principalmente, en las calles de Los Angeles.

A mediados de la década de 1980, grupos de latinoamericanos, principalmente mexicanos, formaron la Mara 18, cuyo nombre proviene de la Calle 18 de la ciudad californiana.

De igual forma, salvadoreños junto a otros centroamericanos, principalmente hondureños y guatemaltecos, conformaron la Mara Salvatrucha o MS-13, cuyo número proviene de la Calle 13 de Los Angeles.

Según datos del FBI, la Mara Salvatrucha tendría en Estados Unidos entre 6.000 y 10.000 miembros, sobre todo inmigrantes centroamericanos de primera generación.

La pandilla opera en 42 estados y el Distrito de Columbia y está implicada en tráfico de drogas, asesinato, violación, prostitución, robos, secuestros y vandalismo, según la misma fuente.

Tras el término de la guerra civil en 1992, muchos salvadoreños comenzaron a ser deportados de Estados Unidos, algunos de ellos con antecedentes penales, entre los que figuraban pandilleros.

En El Salvador los pandilleros deportados comenzaron a formar “clicas” o células de Mara Salvatrucha y de la Mara 18 con jóvenes en barriadas pobres, desplazando a las antiguas pandillas locales.

Según algunos informes, las “maras” cuentan con 50.000 miembros en Estados Unidos, 35.000 en Honduras, 15.000 en Guatemala y 15.000 en El Salvador.

Este año se reunieron en la capital salvadoreña más de 300 expertos, delegados, policías y funcionarios de trece países, entre ellos de Estados Unidos, México y El Salvador, en la Quinta Convención Anual Antipandillas. Ahí se concluyó que la prevención es un eje fundamental en su combate, pues buscan a sus “nuevos soldados” entre los jóvenes de sus comunidades. Martin Escorza, de la Fuerza Nacional Antipandillas de la FBI, manifestó que esos grupos “son trasnacionales y se mantienen en comunicación para cometer ilícitos en Estados Unidos y Centroamérica”, pues tienen una forma de comunicarse muy “fluida y sofisticada”, como muestran las investigaciones.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Las lecturas equivocadas de Itamaraty

La política exterior del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha sido pautada por el esfuerzo consistente de ampliar cada vez más la presencia de Brasil en el mundo. Como potencia regional emergente ha actuado activamente en la esfera de la diplomacia internacional para poner a Brasil en el centro de estructuras de poder internacional. Incluso, David Rothkopf, analista de la revista Foreign Policy de Estados Unidos, nombró a Celso Amorim como el mejor ministro de asuntos exteriores del mundo por la diplomacia que desarrolla Itamaraty.

Sin embargo, en los últimos tiempos ha cometido algunos desaciertos, en su tradicional y sólida política exterior, que demorarán las aspiraciones de esa potencia regional para convertirse en un actor de primer orden en la geopolítica mundial.

El presidente Lula, su asesor principal en política exterior, Marco Aurélio García, el ex vice ministro de Exteriores, Samuel Pinheiro Guimaraes, -considerado uno de los intelectuales cuyas ideas influyen en la política externa del actual gobierno-, hicieron una lectura equivocada de la crisis hondureña cuando decidieron involucrarse de lleno y apoyar, hasta las últimas consecuencias, la restitución del presidente constitucional Manuel Zelaya.

La ofensiva política exterior brasileña no fue suficiente y no logró acuerdos ni unanimidades en la OEA y ni en la Cumbre Iberoamericana, y fracasó en su intención de restituir al mandatario centroamericano depuesto por un por un heterodoxo golpe de Estado. Y por el contrario, tras elecciones presidenciales que tuvieron una alta participación, muchos de los países de la región comenzaron a aceptar los resultados de las urnas, como parte de un proceso para que Honduras vuelva a la democracia plena.

El error fue tan evidente que en Itamaraty, varias voces cuestionan el cambio de la política exterior brasileña al romper con el principio de no intervención, y califican las decisiones como erradas y costosas para los intereses de la diplomacia de la potencia subregional.

El ex canciller mexicano Jorge Castañeda, en una extensa entrevista en O Estado de Sao Paulo, decía que Brasil se estaría comportando como un “enano” más que como un gigante diplomático al asumir batallas menores por un país poco decisivo. Ello tampoco se correspondería, sostuvo, con las aspiraciones de Brasil a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

La política tradicional de Itamaraty, establecida por el Barón de Río Branco en la primera década del siglo pasado, y continuada durante años posteriores, con gobiernos de distinta orientación ideológica, establecía que, en Centroamérica y el Caribe, Brasil reconocía la primacía de Estados Unidos en la resolución de las crisis y conflictos de la región, mientras que el sur del continente quedaba baja la influencia de la poderosa cancillería brasileña.

“Brasilia está en el hemisferio Sur. Washington está en el hemisferio Norte. Es natural que las cosas, a veces, sean vistas de forma diferente”, sostiene el canciller Celso Amorim, que sin embargo justificó la implicación de su país en Honduras. El viejo pacto no escrito entre Brasilia y Washington se rompió con la crisis hondureña.

En círculos diplomáticos ven esta situación como consecuencia de una jugada política de Venezuela, que colocó a Brasil ante un hecho consumado y con poca posibilidad de maniobra, pero también en forma paralela cuestionan la creciente influencia del izquierdista PT, que de la mano de Marco Aurélio García y Samuel Pinheiro Guimares -amigo del presidente, Hugo Chávez, y tachado como representante del antiimperialismo en Itamaraty- dirigen la política exterior brasileña hacia América Latina. Algunos diplomáticos temen que la tradicional política de Estado de Itamaraty, se convierta en una política que responda únicamente al izquierdista PT.

No son pocos dentro de la cancillería brasileña que ya empezaron a hablar de flexibilizar la posición ante los hechos consumados en Honduras, tras el pronunciamiento de las urnas. Incluso hablan de preparase a darle el asilo político a Zelaya, que ya anunció que formará un grupo político para aglutinar a sus seguidores. Incluso, Itamaraty le solicitó a México que recibiera Zelaya como forma de buscar una salida del atolladero en el que se metió, algo que en principio desechó el propio presidente depuesto.

Claro está, que si Itamaraty hubiera logrado con su intervención resolver la crisis de Honduras estaría festejando su éxito, y Brasilia habría comenzado a asumir el tipo de liderazgo regional de una potencia. Pero eso no sucedió y las consecuencias de decisiones precipitadas que no tuvieron el final que Brasil quería, ya dejaron algunas consecuencias para su política exterior.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue claro y directo en una carta enviada a su colega brasileño, más allá de los elogios mutuos que tiempo atrás de habían prodigado. La Casa Blanca decidió aceptar el resultado de las elecciones hondureñas como forma de avanzar en la normalización democrática, mientras que Brasil no las reconoce y sigue sosteniendo a Zelaya que está refugiado en su embajada en Tegucigalpa.

La controvertida visita del presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad a Brasil fue también otro de los hechos que le valieron varias críticas al presidente Lula, no solo al interior de su país sino también en el exterior, ya que el gobierno brasileño le dio el oxígeno que buscaba el régimen de los ayatolás cada vez más cuestionado y sancionado por su carrera nuclear. Teherán, logro avanzar un casillero en América Latina luego de afianzar su alianza estratégica con los países del ALBA. La penetración diplomática iraní se consolida con el abrazo de la nación más influyente de la región.

La carta de Obama llegó al presidente Lula el domingo 22 de noviembre, precisamente un día antes que Lula recibiera para una reunión al líder de Irán, Mahmud Ahmadinejad. Mientras que Washington cuestiona al régimen iraní, Lula le dio el apoyo y el espaldarazo que la teocracia necesita, ante las sanciones mundiales y ante una sociedad iraní cada vez más critica por la represión a la oposición.

El asesor de Lula para asuntos internacionales, Marco Aurélio García, dijo que la posición de Estados Unidos ante las elecciones en Honduras era “equivocada”, y sostuvo que Brasil “ve con preocupación algunos síntomas y algunas posturas de Estados Unidos que, sobre la situación en Honduras, es de nítido desacuerdo con los países suramericanos”, dijo. Brasil ya había criticado a Washington por el uso de las bases colombianas ante el temor que su liderazgo en América del Sur se viera cuestionado.

Pero además el asesor de Lula, reconoció explícitamente el derecho de Teherán a desarrollar un programa de generación de energía nuclear. Mientras que por abrumadora mayoría, la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) condenaba la política de Irán en este campo, lo que abrió el camino para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas apruebe nuevas sanciones en su contra, Brasil se abstuvo de votar la sanción. Samuel Pinheiro Guimares, justificó a los países subdesarrollados que procuran fortalecer su poderío militar y atómico

A cambio de la generosidad recibida de Brasil -Lula fue uno de los primeros gobernantes en felicitar la cuestionada reelección de Ahmadinejad el 12 de junio pasado-, el presidente iraní respaldó las pretensiones brasileñas de ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La crisis en Honduras y la reciente visita del presidente iraní, sumado a las otras diferencias políticas que mantiene con Washington, perjudicará las ambiciones brasileñas de tornarse un actor relevante en la escena internacional, al menos en el mediano plazo. Brasil seguirá buscando ocupar espacios de poder e influencia, pero el fracaso de su política exterior en Honduras y el entusiasta apoyo de Lula a Ahmadinejad, no pasaron desapercibidos en la comunidad internacional.

domingo, 6 de diciembre de 2009

En West Point, Obama se hizo cargo de la guerra en Afganistán

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, asumió en la Academia Militar de West Point, en Nueva York, la entera propiedad de la guerra en Afganistán, con el apoyo silencioso de buena parte de los demócratas y el escepticismo de los republicanos sobre el éxito de la campaña.


El jefe de la Casa Blanca habló de la guerra desde la más antigua de las academias militares, donde desde 1802 los cadetes reciben capacitación para convertirse en profesionales y líderes para la guerra. Sin duda, fue una decisión meditada porque el presidente y sus asesores son conscientes de que su presencia allí tiene un gran valor simbólico en la historia estadounidense. West Point, frente al río Hudson, cuenta entre sus ex alumnos ilustres a Ulysses Grant y Robert Lee, los principales generales de la guerra civil, así como Douglas MacArthur, Dwight Eisenhower y George Patton, figuras de la Segunda Guerra Mundial, entre otros. Pero fue su predecesor, George W. Bush, quien la convirtió en su lugar predilecto. Allí se conoció la llmada “doctrina Bush”, cuando detalló a los cadetes su idea de la guerra preventiva “contra el terror”.

Hoy, en su primer año de gobierno, le tocó a Obama asumir el papel de comandante en jefe, tras anunciar el envío de 30.000 soldados. La guerra está sus manos y del resultado de la misma dependerá su futuro político.

Los editoriales de los diarios respaldaron el incremento de las tropas, calificándolo como “correcto y valiente: correcto porque es la única forma de prevenir una derrota que pondría en peligro este país y sus intereses vitales; y valiente por que Obama se lanza en una misión difícil y costosa a la que se opone gran parte de su partido”.

El New York Times, que también respalda la decisión de Obama, planteó otro punto de vista. “A esta fecha avanzada, no sabemos si 100.000 soldados estadounidenses sumados a los 40.000 soldados de la OTAN serán suficientes para darle un giro a la guerra”, afirmaba el editorial. “Pero estamos seguros de que seguir con la estrategia del ex presidente Bush de luchar con recursos insuficientes (...) es una garantía de derrota”.

El artículo señala que a comienzos del último año de Bush en la Presidencia, en enero de 2008, seis años después de iniciada la guerra, sólo había 27.000 soldados en Afganistán.

Sin embargo, y pese a su respaldo a la decisión, el Wall Street Journal describió el nuevo envío de soldados como “una estrategia militar y política de alto riesgo” Pero destacó: “No se esperaba una fecha tan firme de retirada de las tropas” en Afganistán, que permitirá “traer de regreso a los soldados al país para las elecciones de 2012”.

El presidente tomó una decisión trascendente, para su imagen interior y para la política exterior estadounidense. “Un fracaso en Afganistán significaría que los talibanes pasen a controlar buena parte, sino la mayoría del país, e incluso una nueva guerra civil”, dijo el secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates, justificando la decisión de Washington. “Las zonas controladas por los talibanes podrían a corto plazo volver a ser un santuario para Al Qaeda, y bases para los grupos insurgentes en ofensiva contra Pakistán”, sostuvo.

Según el jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el almirante Michael Mullen, los insurgentes talibanes controlan 11 de las 34 provincias afganas.

“El éxito de los talibanes reforzaría considerablemente el mensaje de Al Qaeda al mundo musulmán, según el cual los extremistas están del lado de los vencedores de la Historia”, dijo Gates, en momentos en que la opinión pública y el Partido Demócrata están cada vez más en contra de este conflicto.

Algunos demócratas, por otra parte, argumentan que Obama se arriesga a arrastrar a Estados Unidos hacia otro Vietnam, y que este país y su abultado déficit federal e infraestructura en problemas no podría afrontar. El presidente señaló que el envío de 30.000 soldados le costará a las arcas del Estado unos 30.000 millones de dólares.

“No apoyo la decisión del presidente de enviar tropas adicionales para combatir en una guerra en Afganistán que ya no corresponde a nuestro interés de seguridad nacional. Es una apuesta arriesgada el asumir la construcción de una nación armada en nombre de un gobierno corrupto de legitimidad cuestionable”, opina el senador demócrata Russ Feingold, de Wisconsin.

“El envío de más tropas podría desestabilizar más a Afganistán y, más importante aún, a Pakistán, un estado con armas nucleares donde Al Qaeda tiene su sede. Aunque valoro que el presidente haya aclarado que no estaremos en Afganistán para siempre, la decisión de no ofrecer un cronograma para acabar nuestra presencia militar allí me desilusiona”, concluyó.

Los legisladores republicanos pretendían que Obama aceptara la recomendación del comandante en Afganistán, el general Stanley McChrystal, y que enviara al menos 40.000 soldados más como parte de un compromiso militar de varios años. “Las guerras se ganan quebrando la voluntad del enemigo. La estrategia de salida la debe dictar la situación en el terreno”, dijo a la prensa el senador republicano John McCain, el rival de Obama en las elecciones presidenciales pasadas.

Para los expertos, el ejército estadounidense debe aplicar de aquí en adelante en Afganistán la fórmula que volcó a su favor la guerra en Irak desde febrero de 2007, combinando el envío de más soldados con la división de lo insurgentes.

En Irak, el solo incremento de las tropas “no hubiera tenido el mismo impacto si Estados Unidos hubiese proseguido la persecución de los grupos armados sin preocuparse por las consecuencias humanas”, explican.

El abandono de la mentalidad simplista de lucha contra la insurrección, que se resumía a “buscar y destruir”, para optar por la protección de la población de los daños colaterales, aseguró el éxito, sumado al envío de más tropas para ocupar el terreno tras haber erradicado del lugar a los insurgentes.

El incremento de las tropas fue anunciado en enero de 2007 por el presidente Bush cuando la media mensual de muertos era de unas 2.000 personas. Nueve meses más tarde, el número de víctimas se había reducido a la mitad y en noviembre sólo hubo 122 muertos.

Para el éxito de esta estrategia, es necesario ganar la lealtad de los afganos como lo logró el jefe del ejército estadounidense en Irak, el general David Petraeus, con los jefes de tribus sunitas en 2006 y 2007. El Pentágono tiene hoy la misma expectativa en Afganistán. Obama espera, y necesita políticamente, reiterar ese éxito en Afganistán.