sábado, 28 de noviembre de 2009

El amor a la muerte

Todos anhelan el fin de los conflictos en el Medio Oriente, pero más allá de los acuerdos que puedan alcancar sus dirigentes en la mesa de negociación, sin respeto a la vida no habrá una paz efectiva en la región. Hoy, esa meta parece lejana y no precisamente por la marcha y las contramarchas en los procesos de negociaciones, sino porque una gran parte del mundo islamista celebra la glorificación de la muerte como una de sus prioridades.



La falta de respeto a la vida está enraizada en la cultura misma de los extremistas y no se vislumbran cambios profundos, que dejen atrás décadas de férreos adoctrinamientos a muchas generaciones de musulmanes.

En un artículo en la revista Aafaq (www.aafaqmagazine.com), el escritor árabe Mansour Al-Hadj, describió la formación islamista que recibió en su juventud en Arabia Saudita. Allí, según relata, le inculcaron la cultura de la muerte y la glorificación de los mártires. Los mismos mensajes -explica- fueron también transmitidos por la propaganda islamista a la que fue expuesto como estudiante universitario en Sudán.

“Creciendo en Arabia Saudita, no aprendí a amar la vida... sino a amar a la muerte como un mártir por la causa de Alá”, señala el escritor Mansour Al-Hadj en el artículo.

Las confesiones son impactantes. “Creciendo en Arabia Saudita, no aprendí a amar la vida. Por el contrario, aprendí a amar la muerte como un mártir por la causa de Alá. Se me enseñó que el amor por la vida es una característica de los hipócritas, y que los que protegen sus vidas con mayor intensidad son los infieles, tal como dice en el Corán. También aprendí que el que no participa en el Jihad, o se prepara a si mismo para el Jihad muere como un hipócrita, tal como dice en el hadith”, explica el escritor árabe.

“Crecí odiando la vida. Cuanto más cerca me sentía de Alá y mi amor por Alá crecía, más odiaba la vida y despreciaba a los pecadores, a aquéllos que combaten a Alá y a su Profeta con actos de desobediencia, y los que no adoran a Alá de la manera correcta”, afirma Mansour Al-Hadj.

“En cuanto a odiar a los infieles y no musulmanes, se me dijo que esto es fundamental para la fe, porque el amor por Alá y el amor por sus enemigos no pueden vivir juntos en el corazón de un musulmán”, rememora en la publicación.

El escritor musulmán recuerda también que “lo mejor de la juventud sudanesa murió víctima de esta propaganda jihadista de Sudán. Los islamistas en Sudán se aprovecharon de la religión para reclutar jóvenes que estaban dispuestos a morir por Alá. Los jóvenes de Sudán compitieron para unirse a los batallones jihad conocidos como asesinos de tanques buscando el martirio y dispuestos a inmolarse para destruir los tanques enemigos. Los políticos de Sudán se enorgullecen de estos combatientes, diciendo que el enemigo tiene tanques pero nosotros tenemos asesinos de tanques”, explica al traer a la memoria su formación universitaria.

Las afirmaciones de escritor árabe Mansour Al-Hadj no son las únicas. Y lo trágico es que estos relatos no son excepcionales, abundan en buena parte del mundo islámico.

El jeque Ikrimeh Sabri, un muftí palestino sostenía abiertamente: “Les decimos, tanto como amáis la vida, los musulmanes amamos la muerte y el martirio. Existe una gran diferencia entre el que ama el otro mundo y el que ama este mundo. El musulmán ama la muerte y el martirio”

“…Es como si le dijéreamos a los sionistas: nosotros deseamos la muerte como ustedes desean la vida”. Esta afirmación responde a Fati Hammad, un parlamentario del grupo islamista Hamas, que se hacía responsable de las muertes de palestinos, al reconocer el uso de civiles como escudos humanos, en Gaza, durante los combates con los israelíes.

Pero la cultura de muerte y odio no se limita sólo a los extremistas palestinos. En Egipto, el jeque Atiyyah Saqr, de Al-Azhar, explicaba que “la cobardía y el amor a esta vida mundana son trucos indiscutibles de los judíos”. En el Líbano, Hassán Nasralah, lider espiritual y jefe del chiita Hezbolá, señalaba: “Hemos descubierto cómo dar a los judíos donde son más vulnerables. Los judíos aman la vida, así que es lo que les vamos a arrebatar. Vamos a ganar, porque ellos aman la vida y nosotros amamos la muerte”.

El jihadista afgano Maulana Inyadulah declaraba: “Los americanos llevan vidas decadentes y temen a la muerte. Nosotros no tememos a la muerte. A los americanos les encanta la Pepsi Cola, a nosotros nos encanta la muerte”.

Estas afirmaciones demuestran que es equivocado ver todos los conflictos entre el mundo islámico y Occidente como causados por los occidentales, cuando la ortodoxia islamista propia del siglo XI, proclama -explícitamente- la Jihad y hace culto de la muerte.

Es necesario que el llamado mundo islámico sea medido por los mismos estándares morales y cívicos a los que están sujetos los occidentales. No se puede exigir un estándar moral más alto a Occidente del que exige al mundo islámico. Las reglas deben ser las mismas para todos, de lo contrario se estará justificando la cultura de la muerte que llevan adelante los fundamentalistas sobre la de la vida, y cualquier solución que se logre para los conflictos del Medio Oriente será efímera.