sábado, 28 de enero de 2012

Moscú y Pekín blindan al régimen sirio


Durante cuatro décadas, el clan Al-Assad ha dominado con puño de hierro a los sirios. Hoy el país se divide en dos. Unos apoyan al gobernante y su élite que intenta perpetuarse en el poder, mientras otros buscan derrocarlo exigiendo libertad y cambios. Suníes frente a chiítas alauitas; nacionalismo y laicismo frente a integrismo, todo en el marco de la denominada y contradictoria “primavera árabe”, de la cual todos buscan sacar sus réditos.

Las escenas de represión se suceden, pero la cuenta atrás de Bachar al Assad ha comenzado hace meses. Siria es un aliado estratégico del régimen teocrático iraní. Es uno de uno de los pocos que tiene el régimen chiíta persa en el mundo árabe. Siria es el soporte de grupos terroristas y fundamentalistas como Hezbolá en Líbano y uno de los causantes de haber sumido al Líbano en la desintegración, y es un apoyo esencial para Hamas, porque no importa las divisiones entre chiísmo y sunismo. Las diferencias quedan relegadas ante el mismo odio hacia el Estado judío. El apoyo de Teherán es hoy clave para Damasco.

El hombre fuerte del régimen sirio aún no ha caído porque su impune represión es sostenida por los gobiernos de Rusia y China. A fines de 2011, el Consejo de Seguridad de la ONU, bloqueado por Moscú y Pekín, solo había emitido una débil declaración de condena de la violencia en Siria, que ya se ha cobrado las vidas de miles de personas. Amnistía Internacional había pedido en abril de 2011 que se remitiera la situación de Siria a la Corte Penal Internacional por las pruebas de la comisión de crímenes de lesa humanidad. Pero debido a la determinación con que Rusia y China protegen a Siria en la ONU, se sigue eludiendo la rendición de cuentas por los delitos de derecho internacional y violaciones de los derechos humanos en ese país árabe.

Siria, que posee profundos lazos políticos, económicos y militares tanto con Rusia como con China, depende mucho de esos dos países para adquirir las armas que actualmente usa contra los manifestantes de la revuelta que comenzó el año pasado contra el gobierno del presidente Bashar al-Assad. Las relaciones entre ambos se remontan a la era de la ex Unión Soviética y del padre del actual presidente, Hafez al-Assad (1930-2000). Durante las tres décadas de su mandato (1971-2000), los soviéticos (y luego Rusia) entregaron unos 25.000 millones de dólares en armas a Damasco. Esto recargó al ejército sirio con material militar legado por soviéticos y rusos y que estos últimos continúan manteniendo y restaurando, mediante multimillonarios acuerdos.

Los proveedores tradicionales de Siria en materia armamentista también incluyen a China, la República Checa, Ucrania y Corea del Norte. En las últimas tres décadas las armas rusas prácticamente inundaron Siria.

Los rusos firmaron un Tratado de Amistad y Cooperación con Siria en octubre de 1970. Los rusos tenían entre 3.000 y 4.000 consejeros militares apostados en Siria, según informes de prensa.

En enero de 2005 el Kremlin condonó unos 9.800 millones de dólares de una deuda de 13.400 millones que Damasco arrastraba desde la era soviética, cimentando así el camino para nuevos acuerdos armamentistas, muchos de los cuales incluyeron actualizaciones a plataformas ya en el servicio sirio, como sus MiG-21, -23 y -29.

Algunas de las ventas más recientes a Siria incluyen al sistema de defensa aérea de corto alcance y autopropulsado 96K6 Pantsir-S1E (conocido como SA-19 Grison según la designación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte) y al sistema de misiles de mediano alcance Buk-2M Ural (SA-17 Grizzly). Rusia también está creando una base naval en el puerto sirio de Tartus, y posiblemente otro en Latakia.

El comercio militar de China con Siria no es tan voluminoso como el de Rusia, pero provee a Damasco de misiles y de la tecnología correlativa a los mismos.

Entre 2002 y 2009 Rusia firmó acuerdos armamentistas por 5.800 millones de dólares con Siria, e hizo lo propio con China por 800 millones. Sin embargo, entre 2006 y 2009 las ventas militares chinas a Siria se triplicaron en relación al cuatrienio previo.

La represión contra las manifestantes que protestan en las calles es a sangre y fuego y en virtud del férreo apoyo con el que cuenta por parte de Rusia y de China con su veto dentro del Consejo de Seguridad, es improbable que tenga lugar una intervención militar occidental y que Assad siga el mismo camino que el coronel Kadafi en Libia. Si el nivel de represión contra la revuelta popular continuara constante y la Misión de Observación de la Liga Árabe sufriera algún atentado, eventualmente la comunidad internacional podría verse obligada a actuar.

La mayoría de los países no confían en que el mandatario sirio, Bashar Al Assad detenga su ola de violencia contra sus opositores ya que no ha cumplido los compromisos acordados con la Liga Árabe. La misión de la Liga Árabe comenzó el 26 de diciembre y se espera que concluya en enero. Sin embargo, ha estado signada por controversia desde su inicio, porque el jefe de la misión, el teniente general Mohammed Ahmed al-Dabi, fue jefe de la inteligencia del ejército de Sudán, país en donde las violaciones a los derechos humanos han sido moneda corriente.

La represión en Siria deja hasta el momento unas 6.000 personas muertas y alrededor de 60.000 personas apresadas por el régimen. Los reportes de hechos sangrientos aumentan cada día, a pesar de la presencia de observadores de la Liga Árabe en el país y de las peticiones internacionales de que cesen los enfrentamientos. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU condenó a Siria por violación de los derechos humanos. El proyecto fue aprobado por 122 votos a favor con 13 en contra (Belarús, Bolivia, Cuba, Ecuador, Irán, Nicaragua, Myanmar, Siria, Uzbekistán, Venezuela, Vietnam, República Popular Democrática de Corea y Zimbabwe) y 41 abstenciones, entre las que destacaron las de China y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad. La resolución fue presentada por las delegaciones de Francia, Reino Unido y Alemania, con el respaldo de varios estados árabes (Arabia Saudita, Qatar, Bahrein, Jordania y Marruecos).

“Hoy le digo de nuevo al presidente Assad de Siria: detenga la violencia. Deje de matar a su pueblo”, dijo el secretario general de la Ban Ki-moon. Con su veto en el Consejo de Seguridad, Moscú y Pekín paralizan a la ONU y blindan al régimen de Al Assad. La tríada de Rusia, China e Irán sostienen hoy política y militarmente al régimen sirio. Al igual que el gobierno de Damasco, son responsables del baño de sangre.