Los palestinos
anunciaron que presentarán el viernes en la ONU el pedido para que el organismo
multilateral apruebe la admisión de un Estado soberano de Palestina con las
fronteras de 1967 y Jerusalén Este como capital.
¿Pero por qué
los palestinos no tienen su Estado? ¿En decenas de años los dirigentes
palestinos no tuvieron oportunidad de crearlo? Las respuestas están en la
historia de este largo conflicto. Los recurrentes 'no' del mundo árabe y de los
palestinos en las mesas de negociaciones jugaron en contra de sus propios
intereses.
El 29 de
noviembre de 1947 la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 181, la
cual recomendaba un plan para resolver el conflicto entre judíos y árabes en la
región de Palestina, que se encontraba en esos momentos bajo administración
británica. El plan de la ONU proponía dividir la parte occidental del mandato de
Londres en dos Estados, uno judío y otro árabe, que incluía Jerusalén y Belén
bajo control internacional.
Apenas dos
semanas después de aprobarse la resolución de la ONU, en una reunión pública celebrada
el 17 de diciembre, la Liga Árabe aprobó una resolución que rechazaba
frontalmente la de la ONU y en la que advertía que, para evitar la ejecución
del plan de partición, emplearía todos los medios a su alcance, incluyendo la
violencia armada. La amenaza árabe finalmente se cumplió.
El Reino Unido
rechazó compartir la administración de Palestina con la ONU durante el período
de transición recomendado por el plan y abandonó Palestina el 15 de mayo de
1948, fecha en que expiraba el mandato británico y un día después de que Ben
Gurión leyese la Declaración de Independencia del naciente Estado hebreo.
Fuera de
Palestina y del mundo árabe, el nacimiento del Estado judío encontró apoyo
tanto en Occidente como en el bloque de países que estaban bajo la órbita de la
Unión Soviética. La Liga Árabe, sin embargo, a través de su secretario general,
Azzam Pachá, anunciaba el inminente ataque contra los judíos: “Será una guerra
de exterminio, una terrible matanza, comparable a los estragos de los mongoles
y a las Cruzadas”. El jefe palestino, Ahmed Chukeiry, afirmaba que la invasión
tendría como objetivo “la eliminación del Estado hebreo”. En la noche del 15 de
mayo de 1948, los ejércitos de Egipto, Transjordania, Siria, Líbano e Irak
cruzaron las fronteras y comenzaron la invasión del flamante Estado de Israel.
La primera guerra árabe-israelí había comenzado. Sin embargo, esa no fue la
única oportunidad histórica que perdieron los palestinos y el mundo árabe al
oponerse a la resolución de la ONU.
Un anterior plan
de partición se había propuesto el 7 de julio de 1937. La Comisión Peel de Gran
Bretaña había publicado su informe en Londres, reconociendo que el conflicto
entre árabes y judíos era irresoluble y recomendaba la partición de Palestina
en dos Estados soberanos independientes. La Comisión había sido establecida
aparentemente en respuesta a los disturbios árabes que habían estallado en
1936, inspirados por el mufti de Jerusalén, Haj Aminal-Hussaini, aliado de
Adolfo Hitler. El no árabe a la Comisión Peel fue el preludio a su rechazo a la
resolución de la ONU.
Algunos análisis
indican que en 1937 los árabes habrían controlado el 90% del Mandato de
Palestina si hubieran aceptado las propuestas, ya que sólo les hubiera
correspondido a los judíos el 10%. Atrás quedaba también la Declaración de
Balfour de 1917. También allí primó la negativa del mundo árabe.
Después de la
Guerra de los Seis Días, Israel estuvo dispuesto a negociar, a retirarse de
casi todo el territorio conquistado Sinaí, Golán, Cisjordania, Gaza y
Jerusalén Este a cambio de la paz con todo el mundo árabe, pero en la cumbre
de Jartum, meses después, este respondía con su famoso “triple no” al
reconocimiento, a las negociaciones, a la paz, dando inicio a otra escalada en
el conflicto.
El “no” también
fue también la respuesta a las propuestas de Ehud Barak en Camp David II en el
2000. El primer ministro ofreció retirarse del 95% de Cisjordania y del 100% de
la Franja de Gaza. Además, convino en desmantelar 63 asentamientos aislados. A
cambio del 5% de anexión de Cisjordania, Israel aumentaría la extensión del
territorio de Gaza por aproximadamente un tercio. También hizo concesiones que
anteriormente habrían sido inimaginables sobre Jerusalén, conviniendo en que
los barrios árabes de Jerusalén Oriental se convertirían en la capital del
nuevo Estado. Los palestinos mantendrían el control de sus lugares sagrados y
tendrían soberanía religiosa sobre el Monte del Templo. Incluso en el caso de
la Franja de Gaza, que debe estar físicamente separada de Cisjordania a menos
que Israel fuera a segmentarse, se concibió una solución por la cual una
autopista conectaría las dos partes del Estado palestino sin puntos fronterizos
o de interferencia israelíes. La propuesta también abordaba el problema de los
refugiados y reparaciones económicas, entre otros asuntos.
Pero Yasser
Arafat no estaba dispuesto a terminar el conflicto. Para él terminar el
conflicto era terminar consigo mismo y con su prédica. Un “no” fue su
respuesta.
También
rechazaron las propuestas del presidente Bill Clinton. De todo lo que se
propuso desde la creación del Estado de Israel, la fórmula planteada por
Clinton era la más generosa, afirman historiadores. Según Bandar bin Sultan, en
aquel entonces embajador de Arabia Saudita en EEUU, la propuesta de Clinton
incluía la retirada de Israel del 97% de todos los territorios ocupados, la
partición de Jerusalén y otras concesiones. Cuando Arafat y su comitiva
llegaron a Washington el 2 de enero de 2001, el propio Bandar bin Sultan fue a
recibirlos al aeropuerto. En el Hotel Ritz en Washington, Bandar dijo a Arafat
que si rechazaba las propuestas de Clinton, cometería “un crimen contra el
pueblo palestino y contra toda la región”. Arafat fue de allí a la Casa Blanca.
Después de la entrevista, Bandar trató de encontrarse con Arafat, pero éste lo
eludió. A las pocas horas todo había terminado. Arafat había rechazado las
propuestas de Clinton. El camino de la violencia continuaría hasta hoy.
La postura de “todo
o todo o nada” del mundo árabe y de los palestinos tuvo sus consecuencias.
Hoy los
palestinos están enfrentados y divididos. Fatah y Hamas enfrentados en un
conflicto interno y fraticida, quieren el Estado que se negaron a edificar
durante décadas. Perdieron más de 60 años e innumerables oportunidades al
levantarse de la mesa de negociaciones para transitar por la vía armada. Las
oportunidades de paz fueron rechazadas al influjo del integrismo islámico.
Más allá de la decisión que tome la ONU, es lógico
preguntarse qué Estado Palestino reclama el apoyo de la comunidad
internacional. ¿Es Fatah que gobierno Cisjordania o Hamas que gobierno Gaza? ¿Son
los que palestinos que hoy reciben ayuda israelí o los que proclaman la
destrucción del Estado judío? La única solución para el conflicto es la de dos
Estados para los dos pueblos. El único camino es el de las negociaciones entre
los palestinos y los israelíes, de lo contrario los terroristas integristas seguirán
hablando y su idioma es la violencia.