lunes, 29 de noviembre de 2010

EL TIEMPO CORRE EN CONTRA DE LAS FARC

HACE MAS DE 20 AÑOS EL EX PRESIDENTE DE COLOMBIA, ALFONSO LOPEZ MICHELSEN, OPINABA QUE A LAS FARC, LA GUERRILLA MAS ANTIGUA DE LATINOAMÉRICA, HABIA QUE COMBATIRLA Y GOLPEARLA SIN DESCANSO NO PARA ANIQUILARLA O EXTERMINARLA, SINO PARA OBLIGARLA A NEGOCIAR EN CONDICIONES FAVORABLES CON EL ESTADO COLOMBIANO. SUS VATICINIOS HOY COMIENZAN A SER UNA REALIDAD. LA GUERRILLA SE ENCUENTRA CADA VEZ MAS DESPRESTIGIA, AISLADA Y CON POCA CAPACIDAD DE MANIOBRA INTERNACIONAL.


Hoy son pocos los caminos que le queda a la guerrilla, debilitada en el campo militar, tras la exitosa política de seguridad democrática de los últimos años que implementó el Estado colombiano. Las FARC dirigieron dos cartas a Dilma Rousseff, la presidenta electa de Brasil, y a Cristina Fernández de Kirchner, la mandataria argentina, solicitando espacios para dar a conocer "su punto de vista" del conflicto armado colombiano. Buscan desesperadamente apoyo en la región ante su inexorable final, que mucho más temprano que tarde llegará. Sin embargo, como dijo el vicepresidente colombiano Angelino Garzón, "menos palabras y más hechos reales de paz". El gobierno ha sido reiterativo al decirles que pongan en libertad a todos los secuestrados sin ningún tipo de condiciones, que cesen la práctica de secuestros, terrorismo y uso de minas antipersonales, y que liberen a los niños y niñas reclutados de manera forzosa, para que se inicie un proceso que culmine con la guerra interna.



El vicepresidente Garzón, un ex militante comunista, pidió también que las FARC "sean capaces de decir a la población que esa violencia no tiene sentido y sólo le ha procurado al pueblo colombiano dolor y lágrimas".



A la guerrilla sólo le queda negociar bajo los parámetros que le plantee el gobierno si no quiere perpetuarse como un grupo foquista y marginal, totalmente criminalizado por los colombianos y la comunidad internacional, y que solamente se sostiene por el oxígeno que le da el narcotráfico.



La superioridad del Estado, y la evidente debilidad de las FARC parece un hecho irreversible. Después de años de ofensiva, se puede decir que está llegando la fase final de la guerra, más allá de los ataques desesperados de la guerrilla para llamar la atención.



La pérdida de territorio, el incremento en las deserciones y las desmovilizaciones, la ofensiva del Ejército en la retaguardia selvática de la guerrilla, y el incremento y la efectividad en los combates, son los principales signos de que el gobierno está ganando la guerra.



Mientras hace 10 años apenas el 34% de los colombianos consideraba posible que las Fuerzas Armadas podían derrotar a la guerrilla militarmente, una encuesta de Gallup demuestra hoy que más del 75% lo cree posible. Y el primer paso para ganar una guerra es que la sociedad crea que es posible hacerlo.



La fase final de la guerra, que podría estar en proceso, plantea tres escenarios posibles de resolución. El primero es el del aniquilamiento militar, similar a lo que hizo Perú con Sendero Luminoso. Pero este sería un epílogo improbable para la guerra colombiana, porque a diferencia de Sendero Luminoso, que estaba localizado sólo en la sierra peruana, las FARC están desplegadas casi todo el territorio. Son una organización más descentralizada y colegiada que podría sobrevivir a pesar de que sus jefes fueran abatidos. Mientras el narcotráfico siga brindando oxígeno a la guerra, las FARC tendrán una gran capacidad de reproducir su aparato militar. La rendición total de la guerrilla, parece aún utópico.



Un segundo desenlace posible es el de una negociación política al estilo salvadoreño, o como las que ha conocido Colombia con otras guerrillas como el M-19. Esta idea de salida promovida por algunos sectores, especialmente de izquierda, es poco viable. Las FARC no tienen legitimidad para exhibir y negociar una agenda política o económica. El M-19 pudo hacerlo en 1991, cuando pactó con el gobierno la realización de una Constituyente porque, aunque era una guerrilla derrotada militarmente, supo interpretar lo que pasaba en el mundo ­el fin de la Guerra Fría­, y la coyuntura del país, la necesidad que tenían las propias elites de una modernización política. En El Salvador sin duda había una agenda de reformas pendientes para transitar de una larga dictadura, a la democracia. Y el pacto de paz fue crucial para ello.



Muchos se afilian hoy a una tercera vía que posiblemente sea la que más se ajusta a la realidad colombiana. Una combinación de la presión militar con la apertura de un espacio de negociación con reglas de juego completamente distintas. Las condiciones para negociar las pone hoy el Estado colombiano.



La presión militar es necesaria, y en eso coinciden la mayoría de los colombianos, porque aunque los resultados de la política de seguridad democrática dieron sus frutos, aún no hay un punto de inflexión definitivo. Las FARC han sufrido un fuerte debilitamiento, pero aún no están derrotadas. Con el desgaste que han experimentado posiblemente regresen a la guerra de la pulga. Hay grandes espacios de terreno que han desocupado los paramilitares que todavía no están bajo el control del Estado y su fuerza pública. Las FARC pueden recuperar este terreno y fortalecerse de nuevo.



El tiempo corre en contra de las FARC y a favor del Estado colombiano. La guerrilla jamás tomará el poder. Mientras el tiempo pasa, más débiles y menos condiciones tendrán para una negociación que les sea favorable. La historia no los absolverá si no aceptan las condiciones del gobierno colombiano para negociar su desmovilización y reinserción en el sistema democrático.