domingo, 15 de noviembre de 2009

DE HELSINKI A BERLIN

MUCHO SE HA ANALIZADO LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN EN 1989. SIN EMBARGO, PARA ENTENDER LAS CAUSAS QUE TAMBIÉN CULMINARIAN CON EL FIN DEL LLAMADO SOCIALISMO REAL EN EUROPA, ES NECESARIO TENER EN CUENTA EL PAPEL DECISIVO QUE JUGO EL ACTA FINAL DE LA CONFERENCIA SOBRE SEGURIDAD Y COOPERACION EN EUROPA, SUSCRITA POR 33 PAISES EUROPEOS ­ENTRE ELLOS LA UNION SOVIÉTICA-, ADEMAS DE ESTADOS UNIDOS Y CANADA. EL 1 DE AGOSTO DE 1975, EN HELSINKI, SE PUSO EN MARCHA UN PROCESO IRREVERSIBLE QUE CULMINARIA CON EL FIN DE LA GUERRA FRIA.


Los acuerdos rubricados en Helsinki expusieron claramente el vínculo entre los derechos humanos individuales y la seguridad nacional. Ayudaron a terminar los regímenes comunistas en Europa Oriental e impulsaron nuevas relaciones económicas y de seguridad entre Occidente y Oriente. Pero además, derivaron en la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), de 56 miembros, una activa entidad internacional que hoy aboga por la democracia y los derechos humanos en todo el mundo.



Sin embargo, para la mayoría de los expertos en política internacional el logro más grande de Helsinki fue el establecimiento de un conjunto de obligaciones de derechos humanos y compromisos democráticos, por los que los ciudadanos de toda la región pudieron exigir desde la década del 70 a sus gobiernos el cumplimiento de los mismos.



En el pacto de Helsinki los soviéticos tenían una prioridad. Que se consideraran definitivas las fronteras trazadas después de la Segunda Guerra Mundial y que ellos creían amenazadas por los alemanes occidentales y las potencias aliadas. Los países del Oeste, en cambio, tenían otra. La de que se garantizaran los derechos humanos en Europa Oriental.



Los soviéticos firmaron el acuerdo de Helsinki, 30 años después del final de la II Guerra Mundial, pensando que estaban haciendo una buena jugada en el tablero geopolítico que enfrentaba a los dos bloques al asegurar sus fronteras, pero en realidad el documento aceptado puso en marcha el proceso que minó los rígidos cimientos del Muro de Berlín y encendió una rebelión que llegaría incluso hasta Moscú.



Los ciudadanos se enteraron de que los derechos humanos tenían vigencia incluso en donde no eran respetados, y que los países europeos eran garantes entre sí, de la vigencia de los mismos y de su defensa.



En los primeros momentos, los sectores más conservadores de Occidente consideraban que el tratado no cambiaría mucho las cosas en la Unión Soviética, pero en el largo plazo el acuerdo se constituyó en un instrumento útil para resolver y distender los conflictos, y finalmente condujo al desmantelamiento del poder soviético tanto en Europa Oriental como en la propia Rusia. Tras la conferencia de Helsinki a los ojos de observadores, habían sido los países del bloque del Este los más beneficiados, unos años después se vio que el respeto a los derechos humanos jugaba un papel de creciente importancia en dichos países.



Los grupos disidentes en la República Democrática Alemana y en Polonia, entre ellos el Sindicato Solidaridad, se apoyaron en el acta de Helsinki. También la Carta 77, que entre otros firmó quien fuera el presidente de la República Checa, Václav Havel, se ampararon en lo que el propio gobierno se había comprometido en Helsinki: la defensa de las libertades individuales.



Como sustento legal, los disidentes se escudaron en el punto 7 de la Declaración de Helsinki, que sus respectivos regímenes habían rubricado en 1975. Según dicho punto, los Estados firmantes de la declaración se comprometían a respetar los derechos humanos y libertades fundamentales, así como las de pensamiento, religión o creencia de todo ciudadano. Las opiniones y reivindicaciones de los intelectuales desafectos con el sistema socialista se convirtieron en la punta de lanza de la rebelión y las protestas de la mayoría de la sociedad civil, descontenta con la situación social y económica. El acta de Helsinski, también impidió que los gobiernos de los países del bloque del Este combatieran a estos emergentes movimientos disidentes con medios militares, como se había sucedido en 1953 en Berlín Oriental, en 1956 en Hungría y en 1968 en Praga.



En un reciente artículo titulado "Sendas hacia 1989" el historiador alemán Fritz Stern sostiene que al comienzo "pocos líderes políticos, de ambos lados, percibieron el potencial incendiario de Helsinki, que ofrecía a los movimientos disidentes de Europa Oriental y de la Unión Soviética el aliento moral y algo de protección legal".



El acta de Helsinki fue el documento que llevaría al continente de la división a la integración. Como consecuencia de esta transformación geoestratégica, el conflicto Este-Oeste que llevó a Europa en más de una ocasión al borde de una nueva conflagración mundial, que de producirse sería atómica, fue superado. La Guerra Fría llegaba así a su final.



Desde principios de los años noventa, el proceso de Helsinki se ha ampliado más allá de Europa. La OSCE tiene ahora programas de democracia en conjunto con seis naciones del Mediterráneo y cinco países de Asia, lo que la hace la única organización política del mundo completamente inclusiva, transatlántica, europea y euroasiática. La OSCE estableció nuevas estructuras, y enfrentó nuevos desafíos, desde el terrorismo al cambio climático, la transparencia militar y la estabilidad en los Balcanes y en el territorio de la antigua Unión Soviética.



Los principios de Helsinki se promueven hoy mediante un enfoque para resolver los conflictos por medio de mecanismos para crear confianza, elaborados por la OSCE junto con la sociedad civil, los gobiernos y el sector privado, para ayudar así a desactivar las tensiones políticas, no solamente en Europa, sino en cada vez más lugares del mundo.