miércoles, 19 de agosto de 2009

EL PODER INTELIGENTE DE OBAMA

José Luis Martínez

MUCHOS DE LOS QUE HAN CRITICADO HISTORICAMENTE LA INJERENCIA DE ESTADOS UNIDOS EN AMÉRICA LATINA, SE QUEJAN AHORA DE QUE NO ESTA INTERVINIENDO LO SUFICIENTE EN LA CRISIS HONDUREÑA. SIN EMBARGO, EL GOBIERNO DEL PRESIDENTE BARACK OBAMA NO ESTA DISPUESTO A HACERLO NI A DICTAR LAS POLITICAS DE LA REGION. LA CASA BLANCA NO QUIERE REPETIR VIEJOS ERRORES EN UNA AMÉRICA LATINA QUE NO ESTA ENTRE SUS PRINCIPALES PRIORIDADES.

Algunos presidentes y líderes políticos de la región reclaman y piden que Washington actúe aún más. Obama, más allá de condenar el golpe de Estado, apoyar el Acuerdo de San José del presidente Oscar Arias y las negociaciones que lleva adelante la OEA, ha resuelto no llevar adelante una política intervencionista. "Los mismos críticos que dicen que Estados Unidos no ha intervenido lo suficiente en Honduras, son las personas que dicen que nosotros siempre estamos interviniendo y que los yanquis tienen que salir de América Latina. No se puede tener las dos cosas", afirma el presidente Obama.
Obama dijo que su gobierno ha sido claro en señalar que el presidente José Manuel Zelaya fue depuesto de manera ilegal, que hubo un golpe de Estado y que debe regresar al poder. "Si los críticos piensan que deberíamos actuar repentinamente de manera que en cualquier otro contexto les parecería mal, entonces creo que eso indica que quizá haya cierta hipocresía en su enfoque de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, que ciertamente no va a guiar las políticas de mi administración". La alusión ¬sin nombrarlos¬ fue para el venezolano Hugo Chávez y para los mandatarios de Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, los países que más recriminan a Washington.
"Los gobiernos que han condenado el golpe, que han construido la Unasur y el Consejo Sudamericano de Defensa afirmando sus diferencias con Estados Unidos, tienen que hacerse responsables por una solución para la crisis hondureña, tienen que hacerse cargo de sus problemas, de lo contrario la propia construcción de estos foros puede ser puesta en duda", sostienen algunos analistas.
La posición del presidente Obama sigue los lineamientos de su anunciada política exterior, en la cual la crisis financiera, su reforma de la salud, los temas energéticos, cambio climático, terrorismo trasnacional y narcotráfico, dos guerras en Afganistán e Irak, el Irán nuclear, el conflicto del Medio Oriente y las recientes pandemias están en el tope de la agenda de la Casa Blanca. América Latina, lógicamente, no puede ser la prioridad para la administración estadounidense, salvo algunos temas puntuales, aunque no menores.
El ex embajador Jefreey Davidow, asesor del presidente de Estados Unidos para América Latina, me comentaba recientemente que la agenda de Washington con América Latina tiene tres pilares fundamentales: la promoción de los gobiernos democráticos, la lucha contra el flagelo del narcotráfico y el desarrollo del comercio libre, en un mundo multipolar en el cual la Casa Blanca le reclama corresponsabilidad a sus socios.
En esa estrategia están el Plan Colombia y el Plan Mérida, heredados de la administración del presidente George W. Bush y ratificados por la actual administración demócrata. La lucha contra los cárteles de la droga, un foco de tensión en la región, le preocupa a Estados Unidos, y no sólo por el consumo de drogas, el flujo ilegal de armas y dinero, sino también por la creciente violencia.
En el marco de esta política, Washington y Bogotá negociaron desde hace meses y llegaron a un acuerdo para que Estados Unidos utilice siete bases colombianas para realizar operaciones conjuntas en la lucha contra el narcoterrorismo. Esas operaciones antes se realizaban en la base ecuatoriana de Manta, cuya concesión no fue renovada a Estados Unidos por su presidente, Rafael Correa.
Obama y los funcionarios de la Casa Blanca intentan convencer a unos y otros que no habrá bases estadounidenses en Colombia. Estados Unidos tiene un acuerdo bilateral de seguridad con el gobierno de Bogotá desde hace muchos años y lo han actualizado para el combate al narcotráfico y al terrorismo.
"Trabajamos con nuestros socios colombianos para enfrentar un problema que usted ve en el hemisferio. Es la droga y el narcotráfico. El narcotráfico, como usted sabe, es una preocupación muy grande no sólo para el gobierno de Estados Unidos, sino también para otros gobiernos de la región y del mundo. Y tenemos que reforzar esas asociaciones si vamos a derrotar y liberar a nuestro hemisferio y al mundo, francamente, del tráfico de narcóticos", me explicó una fuente del gobierno de Obama.
Hoy la Casa Blanca está decidida a llevar adelante un poder inteligente o "smart power" con América Latina. Como dice el catedrático de Harvard, Joseph Nye, hay tres maneras de ejercer el poder. "La primera consiste en amenazar a los demás con palos; la segunda en pagarles con zanahorias; la tercera en atraerles o invitarles para que quieran lo que tú tienes. Si lo consigues, no necesitarás ni los palos ni las zanahorias".
El politólogo estadounidense, en un artículo publicado en noviembre de 2005 titulado "La cultura vence a los misiles", explicaba la diferencia entre lo que llama el poder suave o blando, "soft power", y el poder duro, "hard power". En su análisis, el primero es la derivación de los valores de la atracción, la inteligencia emocional, las comunicaciones, y en cambio, el segundo es el originado por la coacción basada en la capacidad militar.
Hoy la combinación de ambos es el "smart power", el poder inteligente. Esa es la base de la nueva política de Washington. Las afirmaciones de Obama y posiciones de la Casa Blanca sobre la crisis hondureña y el acuerdo para el uso de las bases colombianas, responden a esa nueva estrategia.

No hay comentarios: