domingo, 11 de septiembre de 2011

Generación 9/11

En el estado de la Florida, el presidente estadounidense George W. Bush estaba a punto de leer el libro infantil “The Pet Goat” a los niños de una escuela primaria. Pero a las 9.05 locales del 11 de septiembre de 2011 uno de sus asistentes, Andrew Card, se acercaba y le decía en voz baja al oído: “Estados Unidos está siendo atacado”. La cara del presidente se transformaba. A partir de ese día el mundo cambió.


El atentado más duro en la historia de Estados Unidos dejó unos 3.000 muertos y otros miles de heridos, y se ha convertido en una marca imborrable en el inconsciente colectivo de sus ciudadanos. El 97% de la población recuerda dónde estaba cuando se enteró de la noticia, según una encuesta difundida que coloca a los ataques a la par del asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963, en términos de impacto en el inconsciente colectivo.

Diez años después de los ataques de la organización terrorista Al Qaeda contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington, los estadounidenses se encuentran involucrados aún en dos guerras, en Afganistán e Irak, que han dejado miles de muertos y han afectado seriamente su economía. Estos dos conflictos han costado la vida de 6.000 soldados estadounidenses, cientos de efectivos de países aliados y decenas de miles de civiles afganos, paquistaníes e iraquíes.

Los atentados afectaron de tal modo el sentimiento de invulnerabilidad de la primera potencia económica y militar del mundo, que uno de cada tres estadounidenses cree que su país no sufrió un nuevo ataque desde el 11 de septiembre de 2001 por una cuestión de suerte, según un reciente sondeo. Aún así, un 43% de las personas consultadas cree que el gobierno de Estados Unidos “ha hecho un buen trabajo para proteger al país”.

La “Generación 9/11”, como la denominan expertos y medios, no tiene un sólo rostro ni una percepción monolítica sobre los ataques que perpetró la red terrorista, pero tienen en común que el mayor villano de su niñez se llamó Bin Laden, y que al contrario que sus padres y abuelos, saben que el ataque puede ser en su propia casa.

Una década después de la guerra contra el terrorismo lanzada tras el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos logró abatir al líder de Al Qaeda y cerebro de los atentados, Bin Laden, muerto en una operación realizada en mayo pasado en Pakistán.

Desde la creación a finales de los 80 por el magnate saudí, Estados Unidos fue la obsesión de Al Qaeda. Su prueba de fuego fue su primer atentado contra el World Trade Center de Nueva York en 1993, un preámbulo de lo que sería, ocho años después, el mayor atentado terrorista de la historia. Desde aquel momento, la red continuó con sus ataques, pero en tierras más cercanas a su cuartel general en Afganistán: Yemen, Arabia Saudí, Somalia, Kenia o Tanzania. A partir de los ataques a Estados Unidos, ningún país se sintió seguro. Posteriormente, Al Qaeda provocó atentados en Túnez, Bali, Kenia, Pakistán, Arabia Saudí, Marruecos, Estambul, España, Reino Unidos, entre otras naciones.

Los éxitos de Al Qaeda han consistido sobre todo en mantenerse como estructura terrorista diez años después de los atentados septiembre de 2001, haber propiciado la formación de una extendida urdimbre del terrorismo global y estar condicionando decisivamente las políticas de seguridad en muchos países del mundo, no sólo occidentales. Pero, transcurrida una década desde los atentados de Nueva York y Washington, Al Qaeda ha fracasado en perpetrar otros similares, provocar el colapso económico y socavar los cimientos del orden social del mundo occidental, movilizar en su favor a las poblaciones musulmanas, expulsar a Estados Unidos de Medio Oriente y adquirir notoriedad en el conflicto entre palestinos e israelíes. Tampoco ha sido relevante ni en el origen ni en el desarrollo de las expresiones de protesta social que han ido convulsionado las estructuras de poder en algunos países árabes. El abatimiento de Bin Laden supone además un fracaso para la estrategia de desgaste adoptada por Al Qaeda desde al menos 2004. Ahora bien, incluso si Al Qaeda quedara inhabilitada, los desafíos planteados por el terrorismo yihadista no se mitigarían a corto y medio plazo, según sostiene Fernando Reinares, investigador principal de Terrorismo Internacional del Real Instituto Elcano y catedrático en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos.

El mundo es un lugar “más seguro” diez años después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, debido al debilitamiento de las redes terroristas, coincidieron la OTAN y la Unión Europea. “Lo que sucedió hace diez años cambió nuestras vidas pero creo que ahora vivimos en un mundo más seguro que hace diez años”, declaró el secretario general de la Alianza Atlántica, Anders Fogh Rasmussen, en Bruselas.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, afirmó en una columna de opinión que los autores de los atentados del 11 de septiembre de 2001 no habían logrado aterrorizar a su país y que hoy estaban debilitados. “No olvidemos jamás la lección de hace diez años: nuestros desacuerdos pesan poco frente a lo que nos une, y cuando elegimos avanzar unidos, como una familia (...), Estados Unidos no hace otra cosa que resistir, puede pasar la prueba más fuerte que antes”, concluyó.