sábado, 16 de enero de 2010

El Estado versus los narcos

El número de civiles muertos el año pasado en Afganistán aumentó un 14%, con más de 2.400 personas fallecidas, por lo que 2009 fue su año más mortífero en los ocho de guerra contra los talibanes. Por otra parte, el número total de civiles iraquíes muertos el año pasado alcanzó los 2.800. Esas son las dramáticas consecuencias de estos dos conflictos. Muchos lectores desprevenidos podrían pensar que estas dos guerras contra el terrorismo son las que tiene el mayor saldo de víctimas. Sin embargo, el trágico primer lugar en este ranking lo ocupa México en su frontal guerra contra el narcotráfico. Los cárteles se han constituido en un poder paralelo. Cuentan con estructura, recursos millonarios, armas sofisticadas y gente dispuesta a matar y morir en las calles



México vivió en 2009 su año más violento al sumar 7.724 muertos atribuidos al crimen organizado, según un recuento que publicó el diario El Universal. No obstante, el número de víctimas de la violencia varía según la fuente, ya que no existen datos oficiales. La cifra del diario eleva a 16.205 los asesinatos ocurridos desde que asumió el presidente Felipe Calderón el 1 de diciembre de 2006 y puso en marcha una gran ofensiva contra el crimen organizado con el despliegue de 45.000 militares.

Según un cálculo que publicó el diario Reforma, en 2009 hubo 6.576 asesinatos del crimen organizado, un 20 % más que la cifra que manejó ese diario un año antes.

El periódico Excélsior, en cambio, habla de 5.429 muertos de enero a diciembre, menos que los 5.716 que contabilizó en 2008.

El procurador general de México, Arturo Chávez, afirmó que es difícil hacer un cálculo debido a que muchos de los asesinatos no son esclarecidos y se desconoce si tuvieron vinculación con los cárteles de la droga.

Todos coinciden, sin embargo, en que el norteño Estado de Chihuahua, principalmente Ciudad Juárez, tuvo el mayor número de muertes. Según El Universal, hubo 3.250 víctimas de enero a diciembre. Yucatán, en el sureste, es el único de los 32 Estados de México en el que no se registró ninguna muerte violenta asociado con el crimen organizado.

En el recuento de El Universal, después de Chihuahua, los más violentos fueron Sinaloa, con 930 muertes, Durango con 734 y Guerrero con 672. Y en términos mensuales, diciembre, con 842 víctimas, fue el mes con más asesinatos.

Los datos del El Universal señalan que el número de asesinatos se quintuplicó en cinco años. En 2005 hubo 1.573 y en los siguientes años se registraron 2.221, 2.673 y 5.630, respectivamente, hasta llegar a los 7.724 de 2009.

El entonces procurador general Eduardo Medina Mora dijo el año pasado que en 2008 se habían producido 6.290 muertes, cifra superior a la que maneja el diario.

En 2009 las escenas de violencia incluyeron matanzas de policías y militares, cuerpos colgando desde puentes, decapitados, descuartizados, emboscadas y la muerte fortuita de niños y adultos, entre otros.

Una muestra de la situación de violencia en Ciudad Juárez fue cómo se celebró el pasado fin de año en las estaciones de policía que, bajo amenaza de ser atacadas, estaban protegidas con trincheras y barricadas, reforzadas con personal militar y policial.

La violencia de los narcotraficantes no tiene límite. Asesinaron a 183 niños durante el 2009, lo que representan la muerte de un menor cada dos días en situaciones de extrema violencia como balaceras. En un reporte, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), estimó en 610 niños a las víctimas menores de edad desde diciembre de 2007 a marzo de 2009.

El Ejército reportó que el 18% de los niños fallecidos en asuntos relacionados al crimen organizado fue por balas perdidas, 12% ejecutados, y el 70% por ser sicarios.

Reportes difundidos por las autoridades de seguridad federal documentan que además de los fuegos cruzados han muerto por disputas entre cárteles rivales 427 menores de edad, contratados como sicarios por entre 385 y 770 dólares.

Una mortal narcocultura se instaló en México y es una trágica realidad. El Museo militar del Enervante es un dramático recordatorio de este flagelo en la nación azteca. Allí se exhibe toda clase de objetos lujosos incautados a los capos, detalla en cada sala cada una de las acciones realizadas por el Ejército, mostrando, del mismo modo, imágenes de las detenciones en esa guerra interna contra los poderosos carteles de narcotraficantes.

Los objetos incautados expuestos en las vitrinas del museo no dejan dudas del poder de los capos del narcotráfico. Van desde el teléfono móvil de oro de Daniel Pérez Rojas, del cartel de sicarios Los Zetas, hasta pistolas de oro y brillantes, antiguas propiedades de reconocidos líderes y jefes del tráfico de drogas.

Las armas, los objetos –de culto- más numerosos en las vitrinas, tienen un precio medio de 30.000 dólares, llenas de diamantes y nombres de traficantes grabados en oro, aunque no son las únicas excentricidades que presenta el museo, que expone incluso, la fachada de la casa de un narcotraficante sinaloense, en cuya puerta de madera se encuentra grabado un pistolero entre plantas de marihuana.

Después de tres años de lucha sin cuartel contra los poderosos carteles de la droga, el presidente mexicano Felipe Calderón está aún lejos de conseguir la victoria definitiva que prometiera al asumir el cargo, pero la alternativa era contemplar un México rumbo a un narco Estado, algo que luego de instalado sería muy difícil de revertir, o –lo que lleva adelante- una estrategia para combatirlos.

Los narcotraficantes aspiran a controlar una parte del territorio mexicano sin Estado de derecho, para seguir con su mortal negocio. Mientras la guerra y sus daños colaterales continúan, algunos debaten la estrategia del combate a los cárteles o un pacto de convivencia con los capos del narcotráfico. “Pactar con el crimen no resuelve nada”, dijo Calderón a Le Monde. “Al contrario, eso le ha permitido propagarse como un cáncer”, afirmó el presidente.

Para el experto en temas de narcotráfico, el abogado, economista y académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Edgardo Buscaglia, quien ha sido asesor de la Organización de las Naciones Unidas en esa materia, la respuesta al crimen organizado es clara. “No debe darse mediante la negociación”. La consecuencia inmediata de una negociación con los cárteles de la droga sería que “el grupo delictivo, ya fortalecido y convertido en un monstruo indestructible, capturaría aún más al Estado mexicano -incluido el núcleo político, intelectual, empresarial y financiero- hasta el punto de poder doblegarlo completamente”, alerta el experto.