sábado, 26 de diciembre de 2009

El ayatolá rebelde

Hace pocos días murió en la ciudad de Qom, al sur de Teherán, el ayatolá Hosein Alí Montazeri, uno de los líderes históricos de la Revolución Islámica de 1979. Fue la conciencia crítica del régimen teocrático que integró y pagó un alto precio por su disidencia. Su interpretación más moderna del Islam se convirtió en un atractivo para la sociedad iraní cada vez más secular, y fue un referente espiritual de los sectores que hoy reclaman cambios.



Alí Montazeri (nacido en Najafabad, en 1922), llegó a ser considerado el máximo candidato para reemplazar al ayatolá Ruhollah Jomeini como líder supremo de la República Islámica y se fue una figura clave en la redacción de la Constitución iraní tras el derrocamiento de la monarquía del Sha Pahlavi.

Sin embargo, en la década del 80 comenzaron sus primeras cuestionamientos y desavenencias con el ayatolá Jomeini. Su gran desencuentro con el régimen clerical tuvo lugar en 1988, cuando discutió abiertamente las ejecuciones en masa ordenadas contra innumerables prisioneros políticos opositores en Irán. “El mundo va a pensar que eres una máquina de matar”, le señalaba Montazeri a su mentor. Criticó también la condenatoria fatwa (orden) dictada por Jomeini contra el escritor indio-británico Salman Rushdie por su polémico libro “Los versos satánicos”, convirtiéndose así en el abanderado de una nueva política de aperturismo dentro del régimen.

La respuesta no se hizo espera. Jomeini instó a Montazeri a abandonar su cargo como miembro de la Asamblea de Expertos, el órgano deliberante más importante de Irán. El clérigo llegó incluso a pasar cinco años bajo arresto domiciliario hasta 2002 por sus criticas al régimen. Entonces, los medios de comunicación estatales dejaron de referirse a él por su título religioso, describiéndole como un clérigo común. Las autoridades prohibieron cualquier tipo de debate sobre Montazeri y sus referencias fueron borradas de los libros escolares y de las actividades oficiales, además de ser censurado al igual que sus seguidores.

Montazeri regresó a la luz pública el pasado mes de agosto tras las polémicas elecciones presidenciales. Entonces calificó de “dictadura” al régimen iraní por la represión ejercida contra la oposición por los partidarios del presidente y ganador de la elección, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad.

El ayatolá disidente denunció la forma en que las autoridades manejaron el estado de tensión que se vivió en las calles de Teherán tras los controvertidos comicios y advirtió de que “podría significar el final del régimen”. Montazeri respaldó a Mir Hussein Musavi, reformista, y publicó numerosas “fatwas” a favor de las protestas contra el fraude electoral. También condenó la represión de las milicias del Basij: “Han abandonado a Dios para seguir a Satán”, sentenció.

En vísperas del aniversario iraní del Día de Jerusalén, el pasado 18 de setiembre, el ayatolá disidente Montazeri llamó a todos los clérigos de alto rango en las principales ciudades de Irán (Qom, Mashhad, Teherán, Isfahan, Tabriz, entre otras, y a las ciudades santas iraquíes chiítas de Najaf y Karbala), a expresarse abiertamente contra el régimen y a utilizar su influencia para restablecer el poder al pueblo.

En una carta enviada a todos los ayatolás en Irán, Montazeri subrayó que, para existir, el régimen requiere la legitimidad que le otorgan los clérigos de alto rango del país. Dijo que el silencio de los clérigos a luz de los acontecimientos de los últimos meses estaba siendo interpretado por el pueblo como aprobación a la injusticia del régimen, al que calificó de un “gobierno militar”.

En su mensaje, el ayatolá Montazeri se manifestó en contra del régimen, quien dijo había derramado la sangre de civiles inocentes mientras cometía violaciones a los derechos humanos. A lo largo de la historia, recordó, antiguos clérigos de Irán se habían pronunciado en contra de las injusticias y la opresión de regímenes tiránicos en Irán y se enorgullecían siempre de estar de pie en contra de ellos y defender la ley y los derechos del pueblo.

Montazeri hizo un llamamiento a los clérigos, advirtiéndoles de que tienen una gran responsabilidad como jurisprudentes. Esto, dijo, fue porque además de sus funciones en general, eran responsables de defender la religión y depurarla de los hechos que este régimen ha perpetrado en nombre de esta, actos que son diametralmente opuestos a la “sharia” y a los objetivos de la Revolución Islámica.

Refiriéndose a los acontecimientos de los últimos meses después de las elecciones presidenciales, denunció el asesinato, la represión y violaciones a los derechos humanos en nombre de la religión y con el apoyo por parte de las autoridades religiosas del régimen, Montazeri llamó a los clérigos a declarar en voz alta que se oponen al régimen. Dijo que en lugar de representar la voz del pueblo, el régimen había creado una situación de violencia y opresión mucho más terrible contra hombres y mujeres indefensos, al punto de causar su “shehada” (muertes), en algunos casos en prisión.

Montazeri señaló específicamente la presión del régimen sobre los ex candidatos presidenciales Mehdi Karroubi y Mir Hossein Mousavi, a quien llamó hombres de honor y de nuevo apeló a los clérigos, diciendo que es su papel y su responsabilidad tradicional e histórica actuar contra las acciones del régimen, que son contrarias al Islam.

Concluyó afirmando que el pueblo iraní se pregunta por qué los clérigos no se manifiestan contra la opresión y la injusticia. Reiteró su llamado a los clérigos a utilizar su poder, su capacidad y su influencia en contra del régimen porque, dijo, saben muy bien que el régimen requiere de su legitimación. El régimen –le advirtió Montazeri a los ayatolás- se aprovecha de ustedes y su silencio les hace sus colaboradores.

El ayatolá rebelde, que se pronunció a favor de mantener relaciones con Estados Unidos y resolver el tema nuclear, no estaba solo. Era la cabeza espiritual de un movimiento invisible de disidentes que discuten, incluso, la idoneidad del actual líder supremo para desempeñar el cargo. El clero iraní está dividido en numerosas fracciones y con la desaparición del ayatolá Montazeri la oposición pierde a uno de sus líderes espirituales históricos, que dejó reformadoras interpretaciones para el férreo régimen teocrático.