miércoles, 11 de noviembre de 2009

Una “bomba demográfica” en Israel

En algunos años la población árabe-palestina podría ser mayoría en Israel frente a la judeo-israelí si se mantienen las actuales tendencias demográficas, afirman expertos. Y un Estado de Israel que no logre resolver la ecuación demográfica árabe-palestina, acabaría siendo no democrático o no judío, o quizás ninguna de las dos. La hipótesis es clara para algunos académicos. El Estado de Israel, como hogar nacional del pueblo judío, como Estado que se autodefine como judío y democrático, podría llegar a su extinción como lo conocemos hoy. La afirmación podría parecer apocalíptica, pero está en el centro de muchos debates académicos sobre el conflicto de Medio Oriente.


Esta amenaza interna podría convertirse en una bomba de relojería para el Israel del siglo XXI. Según un artículo que publicó el filósofo sirio residente en Paris, Hashem Saleh, en el diario Al-Sharq Al-Awsat, la victoria sobre Israel sería lograda no por las armas sino a través de una táctica diferente: la demografía. “Soy positivo en que podemos ganar esta batalla sin disparar un solo tiro. Nosotros podemos hacer esto empleando una táctica diferente, es decir a través de nuestra natalidad y demografía. Los palestinos agobiarán a los israelíes e influirán sobre ellos a través del número de sus habitantes”, sostuvo el filósofo sirio en la publicación árabe que se edita en Londres.

Yasser Arafat, en 1980, ya había hablado de esta táctica como una “bomba demográfica” contra Israel. “El útero de nuestras mujeres es el mejor arma para doblegar a los judíos”, solía afirmar el desaparecido líder histórico palestino.

Que se trata en parte de una opción ideológica es algo que parece evidente. Según algunos expertos palestinos, tener familias numerosas se ha convertido en casi un deber patriótico. El aumento de la población árabe se convierte en un mecanismo de seguridad: la garantía de continuidad del combate contra los israelíes.

La tendencia demográfica al alza de los palestinos se ha intentado contrarrestar con las migraciones de judíos desde todos los continentes. Sin embargo, hay que sumarle los palestinos de Gaza, Cisjordania y los casi cuatro millones de refugiados que viven en los estados árabes limítrofes y cuyo regreso es una reivindicación tradicional de las facciones palestinas.

Si la tendencia actual persiste, los árabes constituirán la mayoría de los ciudadanos israelíes en 2040 o 2050.

La Oficina Central de Estadística de Israel publicó recientemente su informe anual de datos que muestran cifras sobre el estado general de Israel, que indica que la población actual del país es de 7 millones 465 mil personas, de las cuales el 75.47% (5,634.000) son judíos; el 20.26% (1.513.000) árabes y, el 4.25% restante (318.000) se definen como “otros”, un grupo formado en su mayoría por los inmigrantes y sus familias que no están registrados como judíos. El 70 % del total de la población judía son israelíes nativos, o “sabras”, y al menos la mitad de ellos son segunda generación en el país, comparados con la población israelí nativa del 35 % cuando se estableció el Estado en 1948.

Durante 2008 nacieron 156.923 bebés, un aumento del 3.5% comparado con los nacimientos durante el año anterior; esto significó un aumento de 2.8 a 2.96 en el promedio de hijos de las familias judías. En la comunidad musulmana, el promedio de niños por madre fue de 3.84, lo que representó un descenso en relación con el de los dos años anteriores, cuando fue del 3.97 por ciento. Esto indica que el crecimiento de la comunidad árabe musulmana sigue siendo superior a la judeo-israelí.

La población en Israel, según el pronóstico de la oficina especializada, será de 10 millones de habitantes hacia 2030.

La situación demográfica de Israel, considerada una amenaza interna, no está fuera de los análisis del conflicto, teniendo en cuenta además las otras amenazas externas. En el sur el grupo terrorista islámico Hamas, en el norte el grupo fundamentalista Hezbolá, y desde el este el Irán nuclear que proclama la destrucción del Estado israelí, se oponen a la existencia de un Estado judío.

Muchos de los casi un millón y medio ciudadanos árabes de Israel se han radicalizado. Durantes los últimos conflictos militares que enfrentaron a las tropas israelíes con Hamas y Hezbolá ellos han reconocido abiertamente una identidad palestina y han hecho suyos los objetivos nacionales palestinos. Sus portavoces afirman que su lealtad está con su gente, más que con su Estado en el que viven, Israel. Muchos de los líderes de la comunidad árabe, que se benefician de la democracia israelí, apoyaron más o menos públicamente al grupo Hezbolá en 2006 y algunos hasta abogaron la disolución del Estado judío.

Las tendencias demográficas de Medio Oriente suponen una amenaza real para la estabilidad y la democracia, y están a la par de las cuestiones militares y estratégicas. Hace años Kadhafi dijo, refiriéndose a Occidente: “Ustedes tienen la bomba atómica, pero nosotros tenemos la bomba demográfica”. El Instituto de Política Migratoria de Estados Unidos estima, por su parte, que para 2050 el 20% de la población de la UE será de fe islámica. Los no musulmanes podrían quedar en minoría en Francia y quizás en casi toda Europa a mediados de esta centuria. En Austria, que el siglo pasado tenía 90% de católicos, en 2050 el islam podría ser el credo mayoritario entre los menores de 15 años. En Bruselas, el corazón político de la UE, los primeros siete nombres más usados en 2008 para recién nacidos fueron Mohamed, Adam, Rayan, Ayoub, Mehdi, Amine y Hamza. Todos de origen árabe.

Por eso hoy en una época de cambios demográficos, con un cuarto de la población de Israel no judía -y el número va en aumento- los árabes que viven en el oeste de Jordania pueden volverse mayoría pronto, y surge una pregunta: ¿cómo se preservará la seguridad de una eventual minoría judía? La amenaza existe. Si Israel no logra la paz con sus vecinos palestinos, podría dejar de existir como Estado judío y democrático, y como la última frontera de Occidente con Medio Oriente.